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Rosinante estaba muy nervioso pues la cara de su hermano reflejaba parte del caos interno que ese debía de estar viviendo en este momento. Si lo provocaban un poco más podrían llegar incluso a lamentarlo. 

<Crocosmia, ya está muy enojado> Expresó preocupado. 

—Supongo—Alzó los hombros, le traía sin cuidado. Él la espantaba como quería cada vez que venía. 

Sus doncellas hicieron su trabajo silenciosamente y guardando actitudes modestas deslizaron las ropas de los dos sin demora. 

—Más me preocupa que fuera a destrozar las puertas de mi baño— Se sumergió en el baño de tipo termas públicas, pero que obviamente eran de uso exclusivo de la Emperatriz. 

La temperatura justa de agua caliente, casi hirviendo, se ajustaba a la perfección al gusto de Montbretia. 

Rosinante fue cubierto con una toalla tamaño jumbo que no tardó en anudar a su cintura. Tal como antes había pedido encarecidamente la Emperatriz, las Kujas restringieron al mínimo cualquier gesto que implicara tocar al chico Donquixote, y ya que ellas carecían de pudor alguno, tuvo que dibujar ciertos límites para la comodidad del pollito, con algunas órdenes fue suficiente. 

—Momento. Está un poco caliente, te vas a quemar. 

Dijo justo a tiempo antes que el más grande entrara, sin embargo, su pie torpe por lo demás ya estaba en camino a zambullirse y probablemente con el, todo el resto de su cuerpo. Montbretia puso su mano y con su intensa mirada nuevamente dijo "He dicho cuidado". 

Una doncella fue a regular la temperatura, tan solo unos cuantos minutos bastaron para que no se quemara en el agua. Nada más cuando estuvieron sumergidos en la enorme piscina de losa, con vapor por doquier y fragantes esencias, por una ventana de poco diámetro entró Doflamingo, completamente fuera de sí. Encontrándolos en el baño juntos, los señaló perdiendo la compostura. 

—¡Qué hacen allí juntos!— Aquella era una pesadilla inaudita.

Uno al lado del otro. Una completamente desnuda sumergida hasta el comienzo de sus enormes pechos y el otro sentado cómodamente con el cabello húmedo para atrás, sin miedo o cuidado del espacio personal de la encantadora Emperatriz. 

—Más bien, la pregunta es ¿Qué es lo que tú haces aquí? Estás en un baño privado mientras una pareja se está bañando y disfrutando de su compañía ¿Qué tan molesto puedes llegar a ser?

Esperar que pasaran dos meses fue un completo error, Doflamingo determinó en ese momento. 

Y quería estar furioso pero sus ojos perdieron el rumbo mirando obstinadamente por voluntad propia. También quería decir unas cuantas cosas más pero de su boca no estaba saliendo nada coherente. Se acercó con la sola intención de lograr ver algo más. 

Una doncella se atravesó y otra más seguido de esa. Ambas extendiendo grandes y mullidas toallas. —¡Esto es un baño privado!

¡No, él quería ver! Con esas toallas extendiéndose en la trayectoria de su vista, las sujetó con las manos empujándolas al suelo. 

Rosinante se puso de pie para tratar de sacar a su hermano ¿Qué significaba ese comportamiento indecoroso? Por eso su pobre amiga recurría a planes como fingir que eran amantes. Siquiera en el baño la dejaba tranquila. Extendió las manos para impedir la vista. 

—Déjalo las chicas lo sacaran, si te levantas de pronto podrías caer. Siéntate— le tomó la mano. Le preocupaba más que su amigo resbalara, la caída de un sujeto de casi tres metros era dolorosa, de escuchar y de ver.    

Mi Emperatriz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora