Su retorno a su reino lo hizo lo más rápido posible, tanto como su habilidad se lo permitió, entró por su habitación y en cuanto estuvo dentro su cuerpo le exigió un merecido descanso. La vez anterior no se percató de lo cansado que quedaba luego de tan extenuante viaje. Atravesaba la mitad del mundo básicamente. Surcando el cielo, pisando finos hilos de nubes, sonaba bello pero había que ser bastante diestro para poder lograr lo que él hacía, usar de esa manera la habilidad de su fruta.
Su cuerpo tembló ligeramente. Entumido.
Se desplomó en su cama dejándose caer como un costal de papas. Su cuerpo rebotó en el colchón y debido a su larga estatura sus piernas se columpiaron como un sube y baja.
Había algo de dolor muscular aquí y acá, no tanto por el esfuerzo físico más bien por el estrés. Sin olvidar las temperaturas en las alturas también eran un factor a considerar.
No estaba seguro si seria correspondido, hasta hoy. Todo ello le generó estrés adicional.
Sonrió como un idiota en la soledad de su habitación, ¡Lo conseguí! Se quitó las gafas y se cubrió los ojos usando una mano sonriendo ampliamente enseñando todos los dientes.
Este Crocodile no se anduvo con juegos, fue directo y clarificó todo en esa improvisada cita. Le gustó, le gustó mucho que fuese así de directo y decidido. Una verdadera belleza. Comenzó a reírse llenando su habitación por completo con el sonido de su risa desquiciada.
Recordar cada detalle que había podido recopilar en persona de Crocodile, tan solo observándolo hacían que su corazón palpitará con un galope emocionado de un fino corcel. Sentirse así era como debería de ser la verdadera felicidad, pensó.
Ciertamente se habría perdido en cada detalle de sus recuerdos maravillosos, Sir Crocodile en todo su esplendor, caminando, hablando, comiendo, fumando y haciéndole esos desprecios tan lindos y adorables, pero la nación del cansancio atacó y no pudo soportarlo más, quedándose profundamente dormido. Un obstinado idiota pero enamorado se abandonó a su aspecto menos elegante de su persona, roncando sonoramente a patas sueltas cubierto de las sombras de su espaciosa habitación real.
En sus sueños Doflamingo estaba en una pequeña playa en una isla de verano, en estación de primavera, con el sol puesto en lo alto, la brisa fresca. El pequeño paraíso bañaba sus pies superficialmente, el suave oleaje mojaba sus pies, bajo la mirada para ver la espuma. Una sombra que se acercó le indicó que alguien había ido a hablar con él.
—¿Qué haces Doffy?— Su voz era borrosa. Incluso su sombra era borrosa.
No podía reconocerla, ya que la había olvidado. Por años temió profusamente olvidarla y se resistió terriblemente e igualmente perdió la batalla contra su propia capacidad de retener en su memoria a su ser más amado. No tenía la confianza de saberlo con exactitud. Apenas podía interpretar un rostro con colores difusos, llenos de sensaciones que alguna vez fueron tan fuertes que era difíciles de procesar y soportar.
—Hay alguien que me gusta.
Su mirada estaba fija en sus pies y el vaivén de la espuma salada y el agua de mar que bañaba sus pies. Distraía el momento.
La mujer se rio —asegúrate de comportarte. No vayas a causarle una mala impresión—. Eso si lo recordaba vívidamente, ella no quería que se comportará mal con alguien que amará después de ella.
—He hecho mi mejor esfuerzo— se aseguró de aclararle.
—Bien, si tú lo dices— le siguió la corriente —¿Por qué me llamaste, otra vez?— Lucía tan ocupada pesé a estar muerta. No podía imaginarla de otra manera porque era su propia visión de ella.

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Mi Emperatriz.
FanfictionBasada en la teoría de la Emperatriz Kuja que habría muerto de amor, y el pasado misterioso del implacable pirata, Sir Crocodile. Doflamingo se enamora por primera vez perdidamente de una mujer fría y meticulosa, que nunca le da chance, después de...