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Su regalo, el primer regalo que ella le daba. Lo tomo con sus manos como si fuera la cosa más invaluable de la vida. 

Una corbata roja, era preciosa la seda, aunque ella tal vez solo la eligió al azar. Para él era algo maravilloso. Como  dijo la misma Crocosmia estuvo en breve con él. 

Subió las escaleras y entró en la habitación cerrando la puerta tras ella, lo observó mirar la corbata sin usarla. —¿Sabes hacer nudos? 

—Claro que lo se— murmuró huraño. Por que lo subestimaba a cada momento. 

Eso se escucho a provocación y no lo era.—Solo preguntó porque no parecen gustarte las corbatas— no estaba subestimandolo, pretendía ayudarlo con ella.

Camino y se sentó en la cama con las piernas cruzadas y lo miró más atenta a que anudara esa corbata. Debido a la intensa mirada dorada sobre él se turbo y el nudo simple que sabia hacer quedó desprolijo y chueco. Esto era desastroso y humillante, él sabia hacerlo bien pero simplemente no pudo en ese momento. 

Crocosmia lo destrozaba dejando en el abismo de los nervios sin saber que hacer. Termino entregándole el control a ella para que lo anudara, se inclino ligeramente con su titanica altura abriéndose de patas para decender con dramatismoi, ella lo tomo de la corbata que colgaba por su cuello y lo tiro al suelo de un solo jalón, haciendo que este soltara un jadeo y se sonrojara impresionado por la sorpresa. 

Ella con una expresión modesta estiro sus labios como si estuviera lista para besarlo pero solo se dedicó a desenrollar su desastre. Dejándolo con las ganas de besarla, tragó grueso y se desespero por uno ahora con la idea de robarle un beso. 

—Mira acá Doflamingo— la voz gruesa de mujer enpoderada cada vez que decía su nombre era miel, dulce caramelo en su oído. Lo tentaba a niveles que no soportaba —esto es un nudo doble. Es sencillo pero muy elegante, recuerdalo. Es mi nudo preferido. 

Con la cara llena de rubor miró atento las manos de la hermosa mujer anudar su corbata. Por supuesto que lo iba a recordar. 

Cuando termino ella lo sujeto de esta con una expresión severa, su rostro lucia muy cruel justo ahora, su sonrojo se evaporó y su piel se crispó por completo. —¿Qué fue todo ese espectáculo patético? ¿Quieres humillarme públicamente?

Frunció el ceño —Yo no... —Ya le había explicado, él solo no quería ser dejado. No era difícil de aceptar. 

—¿Y si me voy? ¿Qué? No tienes poder sobre mí, puedo ir y venir como me plazca. No somos nada y tienes que tenerlo siempre presente Doflamingo—. El rubio se quitó las gafas que ocultaba su expresión furiosa en este momento. Ella no retrocedió. —Soy Montbretia la Emperatriz Pirata, conocida como Crocosmia y soy libre de hacer lo que quiero—. Lo tiró acercándolo peligrosamente a su rostro resoplando gélida sobre su cara. —Parece que debo enseñarte el uso correcto de la corbata a un niño como tú. 

Su cuello fue tirando y de un solo movimiento fue desplomado en la cama. Montbretia con una mano tiraba de su cuello amarrado y con la otra lo presionaba con fuerza contra el colchón sujtandolo en esa posición.

Alguien estaba gruñendo como un perro rabioso. Si sorpresa, era él.

Lentamente se sentó encima de él, sin soltarlo, ella lo miró reprochandolo con despreció. Doflamingo ponía un expresión feroz, furioso. —Eres un puerco ¿Te gusta estos juegos?— Levantó su cadera para enseñarle sus pantalones.

—Eso es porque es contigo...

La morena alzó una ceja —¿Seguro?— No le creía nada, solo era un pervertido. Ver su cara roja y disfrutando por estar sometido de esta forma. Sin darse cuenta comenzó a sonreír con su labios gruesos.  

Mi Emperatriz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora