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Sentía que algo le picaba en los ojos, ese color chillón y molestó que hacia que sin ninguna excepción girará el rostro solo para encontrar desoladora decepción. La mente te puede jugar malas jugadas en momentos de procrastinación.

"Los reencuentros deberían ser geniales". 

Sus ojos se desviaron al encabezado de la revista que su mano derecha estaba leyendo completamente sumida en su lectura. Bueno, ella estaba en esa edad, ¿No?

—¿Qué barbaridad estas leyendo?— La cuestionó.

Ellos pasaban mucho tiempo juntos.  

¿Había tal confianza?, No lo sabía y estaba por descubrirlo. 

Ella le devolvió una sonrisa pícara, Robín decía con esos ojos azules de joyas relucientes: "¿Esta interesado?". 

—Haa, olvídalo— dijo molesto y cansado. Sus obligaciones lo tenía de mal humor y todo hacia presagiar que tendría una muy molesta reunión de Shichibukai, otra vez. —Solo aleja esa abominación de mi rostro.

No era desconocido para ninguno de los dos que aborrecía el romance en todas sus formas. Su asistente tenía sus teorías, las cuales iba descartando en la medida que sonsacaba pequeñas dosis de información mediante sus reacciones.

Robín sin contestar dobló su revista y la guardó dentro de su abrigo de piel, sin perder su sonrisa de buena fe. —No debería ir si le tiene de tan mal humor.

—Ya me negué tres veces anteriormente, esta vez DEBO IR— dijo lleno de resignación mirando el amplio vidrio de su acuario sumido en completa desolación. 

El silencio entre los dos fue sumamente cómodo, Robín no preguntaba nada innecesariamente tampoco se movía imprudentemente. Ella era un socio increíble pero por sobre todo su elegancia, fuerza y dignidad le recordaban a su raza, la mantenía cerca porque era una gran herramienta y alguien conveniente pero por más porque le mostraba aquello que dejó atrás. Su recordatorio de lo que no podía ser.

En fin era encantadora. 

—Si desea puedo acompañarlo— sugirió a sabiendas que declinaría. 

—No, pueden verte— ella era una criminal sumamente buscada. No iba a mostrar su as, aún no era tiempo. —Es muy peligroso. 

Robín era alguien que el Gobierno mundial nunca dejaría de buscar. Podrían pasar décadas y décadas y ella sería igualmente buscada.

Sacó dos vasos, colocó los hielos y sirvió el brandy, sacó la caja de puros. Ella colocó el vaso a su izquierda y todo lo demás para que Sir Crocodile fumase su puro, también se llevó el florero con el lirio marchito y lo cambio por uno fresco. 

Todos esos pequeños detalles eran para componer el mal humor de su jefe, algo así como un ritual. Y funcionó. Cuando Crocodile miró su bebida servida y sus puros favoritos sonrió de medio perfil. Nadie sabía como animarlo como Robin. 

—Comenzaré los preparativos para el viaje a la reunión de los siete guerreros del mar— dijo antes de salir del enorme despacho lleno de lujos del casino. 

Él agitó su mano indicando que solo fuera y espero a que cerrará la puerta antes de soltar un largo suspiro.

Se sentía establecido, con eso debería bastar. O eso pensó tontamente. Ya no le parecía tan buena idea, pero la pirateria no era un negocio, ¿Verdad?

Las cosas estaban mejorando. 

El sistema Shichibukai llevaba un par de años funcionando. 

Y funcionaba de maravilla para él, incluso le dio un buen margen para volver a reinventarse cuando todo su plan de derrotar al hombre más fuerte de todo el mundo se fue al garete. Sonrió mirando el garfio dorado donde debería de estar su auténtica mano derecha. 

Mi Emperatriz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora