25 - Papel de regalo.

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El sonido de alguien moviendo las cosas de la cocina me despierta. Giro la cabeza en dirección de los ruidos y me encuentro con un Peeta en mandil y lleno de harina en la cara. Analizo la vista de toda la sala y todos están dormidos: Finnick y Annie abrazados, con su pequeño de por medio. Beetee y Carolina igualmente abrazados. Mi madre a un lado mío rodeándome con uno de sus brazos. Haymitch con los brazos abiertos y boca arriba, Johanna tomando uno de sus brazos como almohada y Fátima encima de ella, es una imagen de estos tres bastante divertida. Reprimo una risa, ya que sé despertará a unos cuantos de su sueño. Decido levantarme del suelo, liberándome ligeramente del abrazo de mi madre para no despertarla; cuando lo logro, camino sin hacer ruido detrás de Peeta. No se ha dado cuenta, por lo que decido abrazarlo por detrás, tomando su cintura. Da un pequeño brinquito de sorpresa, pero al reconocerme sonríe.

-Buenos Días, amor. -me susurra.

-Buenos Días, panadero sexy. -le devuelvo.

Me mira, comprobando lo que acabo de decirle.

-No sabes cuanto espero el regresar al doce para que por fin estemos solos. -dice.

Siento mis mejillas calientes. ¿Como respondo a eso? Ni idea. Así que cambio de tema.

-¿Que cocinas?

Sonríe, ya que ha notado mi cambio de tema. Pero no me lo señala, solo sigue con la platica.

-Pastel de chocolate, nada más. Todavía hay mucho que acabar de toda la comida de ayer. -dice, al mismo tiempo que adorna el pastel con unas perfectas flores de nochebuena.

Eso explica que esté lleno de harina de la cara y manos.

-Ay, Peeta. Estás lleno de harina en la cara. -digo, y le quito un poco con mis dedos. Mientras le limpio la cara, el no ha dejado de mirarme a los ojos. Antes de que me de cuenta, ya me está dando un dulce beso. Delicado, relajado, controlado. Y cuando nos separamos por falta de aire, sigue trazando imágenes en el postre que hizo. De nuevo, le abrazo por detrás y recargo mi cabeza en su espalda, así estamos hasta que escuchamos que alguien se levanta y nos habla. 

-Es la escena mas cursi que he visto en mi vida. -nos bromea Finnick. Sí, es su voz.

Se sienta en la barra de la cocina, con los brazos recargados sobre esta. Me siento frente a el. 

-¿Quieres desayunar?. -le pregunto.

-Claro. -me responde.

Le sirvo un plato con las cosas que creo le gustan junto con un café negro sin azúcar, y le arreglo igual a Peeta y a mi uno. Acerco su plato y Peeta pone en medio el pastel que acaba de terminar en medio de la mesa con un cuchillo y platos a un lado. Finnick toma un poco de su café y hace una cara de disgusto. Hasta que recuerdo que no tiene azúcar. Voy por un tarro lleno de lo que sé que le gustara.

-¿Quieres un azucarillo?. -le pregunto extendiéndole uno e imitando el acento que hizo la vez cuando me lo preguntó.

Lo toma con su característica sonrisa dibujada en el rostro.

Los demás van despertando poco a poco de su sueño y pronto ya todos estamos desayunando. Cuando terminamos, como era de esperarse, el pastel de Peeta resultó un éxito y ya no queda rastro de el. Y así, llega la hora en la que vamos a descubrir los regalos.

Como ayer, no me fijo mucho en los regalos que dan los demás, solo en los míos y los de Peeta. A él, el regalo más gracioso que le han dado fue de Johanna, y era un mandil. Eso nos hizo soltar una carcajada a todos. A mi, en general, fueron regalos normales. Hasta que el de Fátima (que a la vista de los demás solo eran cupcakes), venía un velo de novia hasta el fondo de la caja acompañada por una nota que decía: 

                                                                        "Ya cásate, por favor.

                                                                                                  -Fa." 


Obviamente, no lo enseñé a los demás. Pero Fátima me vió con complicidad.

Para que engañarme, si en el regalo de Peeta me esperaba un anillo, no un vestido que venía acompañado por una carta (que leeré después en privado). Pero igual, lo esperaré hasta que esté preparado, no lo voy a presionar. A él yo le regalé una camisa de cuadros, que solo compré porque pensé que se vería sensual con ella, así que ganamos los dos ahí.

Rasgaba el papel de regalo que me dió Finnick junto con Annie, y en el venía un pequeño mameluco color rosa pálido, que casi hace que me caigan lágrimas por el rostro. Me contuve, no quiero llorar. 

Ya Finnick y su familia se han ido y Beetee con Carolina también. Entonces, todos nos vamos a nuestras habitaciones para ver mejor nuestros regalos en paz. Empiezo a leer la carta de Peeta.


"Katniss,

 todo esto que está pasando si me lo hubieran dicho cuando era pequeño y estaba  enamorado de ti seguro me hubiera reído de esa persona en la cara. Pero mira, amor mío, que  es Real. Todos los días que me despierto viéndote dormir me tengo que recordar a mi mismo  que está pasando, porque siempre fuiste tú mi mas grande deseo desde que tengo uso de  razón; es realmente difícil el controlarme todos los días para no caer en tus labios y caricias. En la boda de Beetee no te pongas este vestido, es especial. No me preguntes que día  lo uses, sé que sabrás el momento indicado de ponértelo. Te guiará tu corazón, como el mío me  guió a ti. Es increíble el echo de que en cuestión de meses tendré a la familia que tanto he  querido con la persona que he amado toda mi vida, y Katniss, me haces el hombre mas feliz que  pudo haber pisado alguna vez la tierra. Y todo te lo debo a ti, mi razón de existir. Te amo.

                                                                                                         -Peeta Mellark."


Escrito con una caligrafía de admirarse, cuidada de manera exagerada, que ahora se es empapada por las lágrimas de felicidad que hacen su camino por mi rostro. Mi madre me ve con una sonrisa, ya que sabe que estoy llorando porque me vió leyéndola. Me levanto de donde estoy y voy a tocar su puerta. Afortunadamente Haymitch no está con el, sino abajo con Johanna. La puerta rechina al abrirse, y ya que lo tengo delante de mí, me abalanzo a sus brazos aún con la carta entre mis manos. El me corresponde mi abrazo. Me separo, y sin contenerlo, le beso delicadamente los labios. Porque también lo amo.


El Renacer de mí esperanza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora