12 - Aquí estoy.

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Cuando despierto me percato de que muero de hambre, el chocolate no fue suficiente. Entonces sin importarme que voy en camisa holgada y shorts, bajo en busca de comida. Ahí ya están Johanna y Haymitch. Aunque Johanna le diga ¿Hay?. Que les pasa con eso de cortar más los nombres, ¿ah? ¿Kat, yo? primero Fa, luego Hay, después oigo un "Jo" a Johanna. Y alguna vez escuché un "Peet" a Peeta. En fin, para mi siempre serán Haymitch, Johanna, Fátima y Peeta. Ellos me ven y Haymitch le da unas palmaditas al asiento al lado de él. Hoy desayunamos pollo y bollos de queso. Oh, mis favoritos.

-Los bollos te los mandó Peet. -dice Johanna cuando me ve analizando el pan.

-¿Que con eso de cortar los nombres?. -pregunto.

-Ay Katniss, pues nos queremos. De cariño.

No comprendo aún, pero bueno, los dejaré estar. Prefiero estar lo más feliz hoy, ya que regreso al doce después de dos meses. De tan solo pensarlo, se me dibuja una sonrisa. He adquirido tan entusiasmo que ya que termino subo las escaleras corriendo a empezar a empacar mis cosas. Ya que termino de empacar, decido darme un baño, y antes elijo la ropa que me pondré: De nuevo, la camisa de botones blanca de Peeta, unos jeans azul oscuro y botas cafés. El agua está fría pero no me importa y cuando salgo me empiezo a vestir. Me miro en el espejo y no me veo precisamente atractiva y sensual pero no estoy mal. Sonrío y bajo las escaleras con mi maleta a un lado. Me siento en el sillón mientras se hace la hora de partir. Una hora. Haymitch viene y se sienta a mi lado. Me sonríe.

-¿No crees que esa camisa no te queda?. -me bromea.

-Sí. Porque no es mía. Es de él.

No dice nada. Hasta que:

-Ya lo sabía.

-¿Que sabias?. -le pregunto.

-Que esos gritos desde tu casa no eran por nada. -ríe, suelta tal carcajada que es imposible enojarme.

-Oye. -le empujo el hombro mientras yo también río inevitablemente.

Solo somos capaces de reír más fuerte cada que recordamos lo que acaba de decir. Él habla:

-Felicidades.

-¿Porque?

-Por su bebé. También sabía que ustedes serían felices de alguna manera. No sabes de la manera en la que me enojé cuando supe lo de esa.

-Gracias. -le digo con los ojos nublados.

-No sabes cuanto deseo ese día. La haré pagar por ustedes.

Ay. Haymitch. Se preocupa por nosotros. Sé que él igual va a ser feliz, lo sé. Sea como el sea va a encontrar alguien ideal.

-Te amo, te amamos. Eres como un padre para nosotros, Haymitch. Siempre te agradeceré que nos hayas mantenido con vida, y que hubieras echo lo que estaba en tus manos. 

Sonríe. Puedo ver en sus ojos que necesita llorar.

-Es algo extraño el echo de que mis hijos esperen un hijo ¿sabes?. -ríe.

-Vale, pues elige uno. -le digo.

Se la piensa. Y toma mi mano.

-Tú, preciosa.

Ya he empezado a llorar, pero él no. Siempre se ha mantenido fuerte por nosotros. Suena un pitido.

-Bien, pues, basta de lloriqueo. Vayámonos. 

Eso hacemos, llegamos a la estación de trenes y nos despedimos de Johanna.

-Te extrañaré, descerebrada. -me dice.

Yo solo la abrazo.

-Volveré, Mason. Aún hay algo pendiente entre nosotras.

-No lo olvidaré. La pagarás, Everdeen. -me sonríe.

Mi habitación está al lado de la Haymitch. Y cuando llego, caigo totalmente dormida.

Me despierto antes de que toquen la puerta y cuando lo hacen, hago lo que debo de hacer. Sólo que no me ducho, aún quiero oler a él. Ya tendré tiempo para ducharme.

Salimos del tren y cuando estamos fuera de la estación me encuentro con Peeta caminando sin rumbo, en círculos. Cuando me ve, corre, y cuando creo me va a abrazar o algo parecido, se porta agresivo conmigo. Hasta que caigo en cuentas de que lo envuelve un ataque de nuevo.

El Renacer de mí esperanza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora