Capítulo 5: Dos dragones separados.

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(antes) 

Meereen 

Meereen 

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PESE A LO MUCHO QUE APRECIABA VOLANTIS, EN LAS TIERRAS DE MEEREEN HABIAN MUCHAS COSAS POR SOLUCIONAR. Allí, la esclavitud y servidumbre se había cocido siempre desde el centro mismo, como si fuera el corazón de la sociedad, cuando algo que hacia latir un cuerpo no debería estar tan corrupto. Rhaenella descanso su cara entre sus manos al final de aquella gran mesa de estrategia. El asiento negro le parecía incomodo pero estaba tan cansada que no se aventuraría a ojear todos aquellos documentos de pie. Lanzo una mirada hacia los balcones abiertos, oyendo festejos de los cuales, ya no podia ser participe. No porque no quisiera estar entre su pueblo compartiendo la dicha de una liberación, si no, por que tenia que seguir velando por esa libertad. Hay cadenas que siempre estarían dispuestas a cerrarse si uno no se alejaba con rapidez. 

La Bahía de los Esclavos había doblado la rodilla con gusto, y le había recibido como si fuera una libertadora: desfiles, tragos, flores y un trono esperando. 

Con esa victoria, las negociaciones con Braavos veían un futuro prospero casi inmediato, y los Dothraki habían accedido a dejarla pisar sus tierras bajo la condición de que debia rendir honor a su Khal. Si ellos la consideraban una draig ddu digna, la seguirían hasta el fin del mundo. Muchas ciudades-estado, ahora, ondeaban la bandera roja con el dragón negro, marca personal de su propia versión de la casa Targaryen. 

Dejo caer el pergamino sobre la mesa cuando un dolor le atravesó y el sudor le recorrió la frente. No pudo evitar pensar en Rhaegor, que estaba seguramente durmiendo bajo el cuidado de temerosos hombres al servicio de su madre en una de las colinas ligeramente alejadas del centro de la ciudad para evitar accidentes. Las imágenes de aquel viaje que hizo en su búsqueda le provocaron un fuerte dolor de cabeza que la llevo a inclinarse en su lugar. Todavía podia sentir el aroma a azufre que recorría kilómetros sobre la superficie del Mar, podia sentir sus propios escalofríos mientras la niebla cubría con densidad todo, sin dejarle ver más allá de las riendas que la mantenían unida al lomo de Aera y el esfuerzo físico que debia hacer cada vez que su dragona parecía hacer cada dos por tres para regresar. Tampoco iba a olvidar la arena negra de la playa de la isla en la que aterrizaron, y como los copas de los pocos arboles se perdían entre lo gris de aquella bruma que no dejaba pasar la luz del sol. Tampoco pudo olvidar el sentimiento que atravesó su cuerpo; sabia que una maldición rondaba a la Vieja Valyria, y aunque esta se encontrara muchísimos kilómetros más arriba en el mapa mental que podia estimar en su cabeza, parecía estar alli no haciendo más que rasguñar la tersa piel de su espalda. 

Tampoco olvidaría los ojos de Rhaegor esculléndose entre esa niebla, y lo asustada que se sintió cuando comprendió que aquel dragón estaba recluido a una jaula de tierra que le quedaba chica, y que ella, era la primera Targaryen que había en años o décadas. 

STORM OF DRAGONS |  house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora