(antes)
VOLANTIS
ANTES DE LAS VISPERAS DE SU DIA DEL NOMBRE NÚMERO 17, Rhaenella Targaryen había logrado cosas a las que las mujeres jamás podrían aspirar. Era la incuestionable Señora de Volantis, trabajando arduamente para cambiar los esquemas sociales. También se había posicionado como la Protectora de Pentos. Y había comenzado, con esfuerzo, una conquista a lo largo y ancho de Essos. A las fuerza de la ciudad que ahora regia, se le habían sumado las espadas de seis mil quinientos mercenarios que debían algunos favores de vida a su mano. Aunque claro, la mayoría de noticias eran malas: hombres renuentes a doblar la rodilla para mantener sus estatus de poder y dinero.
La Targaryen camino por los pasillos de aquella mansión con rapidez y el peso de la armadura negra haciéndole sentir maciza como el golpe que hacían los dragones cuando encontraban el suelo con las patas. Ser Devlon Fray, que había sido asignado personalmente como su guardia por Legolas, le seguía como una garrapata pegada a todos lados. Pese a su lealtad, le resultaba curioso el hecho de lo parecidos que se podían ver en algunos momentos a pesar de no compartir sangre en lo absoluto. El hombre tenia cabello rubio siempre cubierto por aquel yelmo que cargaba, una expresión tosca y debia decir, un excepcional manejo de la espada.
No tardaron mucho en salir al exterior y comenzar a caminar colina arriba. Rhaenella sonrío al ver como su mano llegaba corriendo a su lado.
──¿Mañana difícil?
Legolas obvio una respuesta y le tendió un montón de cartas. Nella elevo las cejas con escepticismo. Como si fuera a tomarlas. ──Sugiero que esperes un poco más.
──¿A qué? ¿A que los Amos marchen con su ejercito Inmaculado hasta la entrada de Volantis? ── indago la mujer con una mueca. ──Eso no va a pasar.
──¿Entonces vas y quemas su ciudad?
Rhanella se detuvo en seco. ──Toda la Bahía de Esclavos doblara la rodilla voluntariamente cuando sus esclavistas mueran. No necesito incendiar casas, solo un cumulo pequeño de personas que creen que pueden menospreciar mis esfuerzos.
──No entiendo para que soy tu mano si jamás me escuchas.
──Si te escucho. ── ante la expresión de Maydred, Rhaenella llevo su mirada hacia Sir Devlon. ──¿Quién decidió que hacer con Braavos?
──Su mano, mi señora. ── respondió el caballero. Legolas sonrió.
──¿Y las negociaciones con los Dothraki?
──Lo mismo, mí señora.
──Gracias por la ayuda... ── el hombre murmuró entre dientes hacia el caballero.
──Por cierto, ¿cómo va eso?
──Me complace anunciar que las negociaciones políticas ──hizo énfasis en su última palabra ──van extremadamente bien.
──¿Y cuando tendré la ciudad de Braavos bajo mi control entonces?
──Una dos semanas...
Rhanella bufo. ──Que sea una.
──Eso es más complicado.
──No pregunté si lo era.
Una pequeña batalla de miradas dio lugar hasta que Legolas movió la pila de cartas entre sus manos. ──¿Y ahora que sucede con eso?
──Son del Rey Viserys en su mayoría, creo que deberías leerlas. ── movió algunas. ──Hay una de la Princesa Rhaenyra y otra de...── miro mejor las insignias. ──¿A.T? ──la princesa le arrebato las dos últimas de las manos y las guardo entre sus ropajes con recelo.
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STORM OF DRAGONS | house of the dragon
أدب الهواةSoD | "Imperios se elevan, e imperios caen. Vivimos y morimos para tomar el trono" Cuando la danza de dragones comienza, Rhaenella Targaryen sabe que debe elegir un bando: verdes o negros. Su deber o donde yace su lealtad.