Capítulo 1: Una clase diferente de dragón.

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(ANTES)





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VOLANTIS SE MANTENIA EN SU USUAL AJETREO QUE DESDE LO ALTO DE AQUELLA COLINA POCO SE OIA. El cabello de la joven se meció con suavidad danzando por encima de su vestido azul claro, y sus ojos, escaneaban el claro delante de ella. Era curioso pensar que mientras las familias aristocráticas tenían extensiones de tierra para sentarse a mirar el sol, los esclavos de la ciudad se hacinaban en pequeña chozas. Un sonido se hizo presente detrás de ella, y aquello le llevo a mover sus ojos violetas hacia un costado, más no se giro. ──Princesa...

Rhaenella Targaryen esbozo una sonrisa ante la voz de Legolas Maydred. 

──¿Por que me hablas desde allá atrás? ──indago sin voltearse. ──¿Se supone que debo quebrarme el cuello siempre que quieras decirme algo? 

En el total silencio de la habitación, fue consciente del soplido bajo que rompió el aire y el sonido de los pasos acercándose hacia ella, más no sobrepasándola. Legolas se mantuvo a sus espaldas. Rhaenella sonrió y termino por ceder al girarse para mirarle. Una pequeña batalla de miradas tuvo lugar y la peliblanca pudo pensar en que, si bien, su vida parecía haber condenada a la desgracia desde el momento en que abandono el cuerpo de su madre, el hecho de no haber sido la única infante que se subió al barco rumbo a Essos convertía esa idea en algo más tolerable. Legolas era casi como su hermano, y pese a que sus ojos azules y cabello castaño contrastaban siendo lo opuesto a ella, había momentos en los que lo sentía casi como una extensión de si. ──Eres bastante irritante para estar cumpliendo quince años, ¿no lo crees? 

Rhaenella hizo una mueca. ──Lamento que te hayan castigado al subirte a ese barco cuando tenias cinco. 

Legolas sonrió de lado y afianzo la mano a las cartas que alli yacían. El cabello oscuro cayo sobre su frente. ──¿Castigo? ──expreso antes de elevar la ceja. ──Esto es más una tortura diaria. Pero agradece que soy el mayor...

Ambos rieron aligerando el ambiente. Tener que ser duros y protocolares todo el tiempo podia ser agotador. Especialmente para ella. ──¿Qué guardas con tanto recelo? ──sus ojos violetas se posaron sobre las cartas. 

Las extendió hacia ella. ──Son de la corte del rey. Algunas de el mismo en persona. También han llegado obsequio... 

──Deshazte de ellas. De todo. 

Legolas guardo silencio y retiro su mano, más no soltó las cartas. Aunque sabia que quizás no era algo muy leal, siempre guardaba las cartas de Viserys solo en el caso de que la princesa las quisiera leer algún día. A fin de cuentas, era su padre. Y las septas se encargaban de mantenerle al tanto de lo que la princesa hacia también, aunque con la intervención periódica de la misma  ──Con respecto a lo demás, ¿qué tienes? 

El caballero suspiro. ──Toda la información que necesitas. 

──¿Pero...? 

──¿Parece que tengo un pero?

──Siempre tienes uno. 

──Quizás porque debo cuidarte con mi vida. 

──No lo hagas. 

──Tengo que. Y además no quiero morir joven, Nella. ¿Darás un paseo con Aera? 

──No me cambies de tema. ──se quejo la joven. Claro que daría un paseo con su dragón, pero no en aquel momento. Y no con fines recreativos. 

Legolas suspiro. ──Los señores de Volantis reafirmaron su postura de que no puedes interferir en las cuestiones sociales de la citadela, no les importa si eres una Targaryen o si eres invitada política. No puedes. 

──¿Y...? 

──Hay rumores de que si sigues insistiendo ordenaran tu encarcelamiento. Aunque lo veo poco probable, no van a querer un conflicto como ese. 

──¿Y lo otro?

El castaño sonrió inflando su pecho por debajo de su armadura plateada. ──Bueno, esa noticia te gustara más. Envié una tripulación pequeña y tal como lo dijiste, lo encontramos. 

Los ojos de Rhaenella se iluminaron. Aquello era muy poco probable, casi un milagro pero era real. Desenlazo sus manos con interés. ──¿Y donde esta? ──debía examinar el huevo para saber su estado. Quizás estaba congelado o quizás... sacudió la cabeza. Tanto tiempo en una pequeña isla cercana a la vieja Valyria no podia haber sido muy fructífero para el. 

──Ah, bueno...es un dragón. ── por la expresión de su caballero, supo que había mucho más. ──Pero esta en una clase diferente de dragón. 

──¿Rompió el cascaron? 

──Más que eso. 

Rhaenella enderezo la espalda y comenzó a caminar en dirección a la salida de su habitación. ──Tenemos que ir por el. 

──No creo que un dragón solitario sea fácil de domar, princesa. 

──Asumo que no lo será. ──se encogió de hombros ──Pero tenemos que intentar... 

──¿Y si al menos esperas hasta cumplir dieseis para morir? 

Río ──¿Porque? ¿Algo especial en esa fecha que debas hacer en Westeros? 

──No realmente, solo me gustan los números pares. 

La princesa le lanzo una mirada. ──Eres muchas cosas, Maydred pero no un cobarde. 

──Se supone que tengo que ser responsable por ti. 

──Estamos al otro lado del mar, ya relájate. Las noticias tardan en llegar. ──la princesa detuvo su caminar en medio del pasillo para palmearle el hombro, su mano ardió contra la armadura.──Si muero, el tiempo te dará ventaja para escapar, quizás más allá de la tierra de los Dothraki ── Sabia que desde pequeña había sido una molestia para todo el sequito que le cuidaba alli: se saltaba las clases de las septas para pasear en Aera, no seguía códigos de conducta y pocas veces se sacaba la armadura de entrenamiento, aunque eso le había dado la habilidad para patearle el trasero a jóvenes como Sir Devlon Fray, uno de los niños más habilidosos que también había llegado con ella, con el único objetivo de vida de cuidarle. Todas esas personas habian dejado su vida en Westeros para criar a una Targaryen exiliada desde que no podia alimentarse por si misma. Siempre estaría en deuda de alguna forma. Y siempre pensaba en como pagarlo a futuro. 

A Legolas no le gustaban los números impares, a ella no le gustaban los números en rojo. Aunque estos parecían seguirle, después de todo... ¿Qué importancia tenia una simple mujer que pisaba un suelo que no le pertenecía? 

Salió de sus pensamientos algunos segundos después para esbozar una sonrisa altanera, esa que utilizaba para ocultar esa oleada de ira y nostalgia que solía atacarle. Essos era su hogar, debía acostumbrarse completamente a aquello. ──¡Vamos por aventura, Maydred! 











STORM OF DRAGONS |  house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora