Capítulo 9

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9.- Enfrentamiento

El día que cambiaría sus vidas comenzó de la forma más simple posible: con los tres trabajando la tierra.

Las cosas habían estado demasiado calmadas, por lo que la solicitud de cultivadores inmortales había bajado considerablemente. Así que, fiel a su idea de los vegetales como negocio secundario, Shi WuDu había llevado a sus hermanos a la parcela para trabajar.

—Gege, tengo calor.

Shi WuDu puso los ojos en blanco con las palabras de Shi QingXuan, mientras que Shi MingJing se acercó con cuidado para ofrecerle agua, la cual aceptó gustoso.

—¿Cuántos surcos llevas? —preguntó Shi WuDu.

—No sé, bastantes —respondió Shi QingXuan—. No los cuento. ¿Debía contarlos?

—¿Qué tantas cosas trajiste? —preguntó Shi MingJing—. Tal vez no todo crezca aquí.

—Podemos rezarle a la Señora de la Lluvia —sugirió Shi QingXuan, animado—. Ella escucha todas las plegarias.

—Ya veremos —dijo Shi WuDu.

Aún le era complicado esto de rezar a otros dioses aunque él ya no lo fuera, por lo que esperaba no recurrir a ello. Los hermanos siguieron trabajando hasta que las semillas se terminaron, pero aún quedaba un poco más de tierra que podía cultivarse, por lo que el mayor mandó a sus hermanos menores a conseguir más semillas.

—No se desvíen a otro lado —advirtió Shi WuDu viéndolos marchar.

—¡No, Gege! —dijeron Shi QingXuan y Shi MingJing al mismo tiempo.

Shi WuDu sacudió la cabeza con una sonrisa y se sentó en el suelo. No pudo evitar pensar en qué, si las cosas hubieran ido bien en su primera vida, las cosas seguramente serían de ese modo, con sus hermanos poniéndose de acuerdo constantemente para hacerlo renegar. Había decidido no pensar en su segunda vida, por lo que simplemente se dedicó a reflexionar sobre esta vida, pensando en lo extraño que había sido que todo hubiera ido igual.

Bueno, casi igual. Él había roto el tabú del cielo al intercambiar destinos, pero esta vez intentó ayudar a aquella familia aunque no pudo salvarlos a todos. Lo había intentado, pero había fallado… relativamente. Supuso que había sido suficiente, ya que en vez de morir fue desterrado.

Un ruido anormal sacó a Shi WuDu de sus cavilaciones, y se puso de pie mirando alrededor. Escuchó un silbido proveniente de algo siendo arrojado y se movió desplazándose hacia un costado, notando que un dardo había sido lanzado en su dirección y un escalofrío lo recorrió.

—Me costó lo mío, pero finalmente te encontré, Tirano del Agua —dijo una voz rasposa con tono de victoria.

Shi WuDu apretó los puños viendo al espectro frente a él. Era el fantasma de un marinero que había muerto sepultado en su navío, el resentimiento por haber sido abandonado por su tripulación fue tan grande que resurgió como un fantasma de nivel Ira que atraía a otros a su trampa para ahogarlos, hasta que las plegarias de los marineros llevaron allí a Shi WuDu después de su ascensión como dios del agua. Esta había sido la principal razón por la cual, con todo el dolor de su corazón, había decidido separarse de Shi QingXuan cuando fueron expulsados de la corte celestial: había hecho demasiados enemigos en todos esos años manejando las olas a su antojo, y lo mejor era mantener a su hermano lejos mientras no pudiera defenderse.

Pero claro, cuando encontró a QingXuan y a MingJing no fue capaz de dejarlos solos. Únicamente esperaba que ese par se mantuviera lejos el tiempo suficiente para que él pudiera hacerse cargo de esto.

—Debí suponer que escaparías a la primera oportunidad —dijo Shi WuDu sin intimidarse.

—Mis restricciones eran sostenidas por tu poder —le dijo el fantasma—. Y cómo tú ya no tienes poder…

El fantasma se abalanzó sobre él, siendo repelido por un ataque sorpresivo de su contrincante.

—Que ya no tenga el mismo poder de antes no quiere decir que puedas vencerme tan fácilmente —replicó Shi WuDu con un talismán en la mano.

Tenía un grillete maldito en la muñeca derecha, pero aún era capaz de utilizar conjuros y talismanes. De ninguna manera iba a quedarse de brazos cruzados mientras había gente buscando matarlo. No iba a dejar solos a sus hermanos nuevamente; y así fue como pudo defenderse de su atacante hasta que pudo alcanzar su bolsa Qiankun abandonada junto al arado, de la cual sacó su espada. Sin embargo, aquel fantasma no había llegado solo, y fue cuestión de tiempo para verse rodeado de varios otros. Había sido superado escandalosamente en número y su poder era limitado, pero no se permitió mostrar preocupación.

En ese momento, una docena de talismanes fueron arrojados a un grupo de fantasmas, mientras que otros tantos fueron devorados por serpientes. Shi QingXuan y Shi MingJing se lanzaron al ataque, el primero sosteniendo una espada y el segundo con un látigo, dispersando a los que restaban. Mientras tanto, Shi WuDu se encargó del primero que había llegado hasta que todos fueron eliminados y la amenaza se había ido.

—¡Ay, no!

Shi WuDu corrió al escuchar a Shi QingXuan creyendo que alguno de los dos había sido lastimado. Por fortuna no había sido así, pero al ver lo que había hecho lamentarse a su hermano, no pudo evitar lamentarse igualmente: la parcela de tierra en la que habían trabajado tan arduamente había sido completamente destruida, pero ese dejaría de ser el menor de sus problemas. 

Porque al momento siguiente, un poderoso trueno se escuchó acercándose rápidamente.

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Chale, los dejaron sin sus vegetales :/

La profecía de los tres hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora