Capítulo 25

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25.- La entrada al mausoleo

—Hay que abandonar el cielo cuando terminemos aquí.

Shi MingJing y Shi WuDu se detuvieron al escuchar a Shi QingXuan. Ninguno de los dos lo había dicho en un principio, pero habían pensado lo mismo: tal vez su destino no estaba en el reino celestial. Shi MingJing sonrió y dijo, retomando el paso:

—Seamos cultivadores errantes. Cuando tenga el poder demoníaco para balancear mi energía, me dedicaré a cultivar para alcanzar la inmortalidad. Pero… ¿declinar no hará que desaparezcan?

—No mientras haya gente que aún crea en nosotros —dijo Shi WuDu—. Con uno solo basta.

—Y nos dedicaremos a recorrer el mundo —dijo Shi QingXuan con tono soñador—. Haremos buenas obras por el resto de nuestras vidas para compensar el mal que hemos hecho.

—Eso, de hecho, suena muy bien.

El trío se adentró en un sendero boscoso, avanzando en silencio como un pacto tácito de no hacer ruido para así poder descubrir la presencia de alguien más. Durante un tiempo no se escuchó nada más que el sonido de sus pasos y ritmo acompasado de su respiración, hasta que el menor se detuvo nuevamente y los mayores vieron un gran mausoleo de fachada negra. Finalmente habían llegado a su destino. Shi MingJing dio un paso adelante y extendió la mano, la cual se topó con una barrera; al poco tiempo Shi QingXuan y Shi WuDu se acercaron, tocando la barrera, y ésta se rompió dejándoles el paso libre. 

—Eso fue sencillo —dijo Shi QingXuan.

—Debe haber más obstáculos adentro —dijo Shi WuDu, lo que hizo que QingXuan resoplara con fastidio.

—No podías dejarme soñar con que sería sencillo, ¿verdad? —se quejó.

Shi MingJing se cubrió la boca con una mano para no reír. Los hermanos siguieron su camino, entrando al mausoleo, el sonido de sus pasos hacía eco en la sala desierta. 

—Acabo de pensar en algo —dijo Shi QingXuan—. Si realmente nosotros estábamos destinados a poseer este poder, ¿por qué en nuestra primera vida nunca supimos de su existencia?

—No lo sé —dijo Shi MingJing—. Es extraño, porque en la segunda vida sí estuvo a nuestra disposición.

—Tal vez se debe a que éramos solo dos —dijo Shi WuDu—. Y en la segunda vida, los tres llegamos aquí. Igual que ahora. Así que tal vez se necesitaba la presencia de los tres para entrar a este lugar.

—Pero, Gege, este sitio no existía en nuestra primera vida —dijo Shi QingXuan.

—Debió existir otro modo de mantener bloqueado el acceso. 

—Recuerdo que estaba en un templo —dijo Shi MingJing—. En un cofre rodeado de talismanes restrictivos.

En ese entonces, Hua PoAn seguía siendo parte del ejército de Chonghua. Se había infiltrado hasta el palacio con tal de obtener información que le ayudará a lograr su plan de destruir el reino y había visto aquel cofre, el cual se llevó consigo cuando fundó el reino de Liao. Rememorando aquellos tiempos, Shi MingJing dijo:

—Era una especie de tablilla o piedra. No lo recuerdo bien. 

—Supongo que lo averiguaremos ahora. 

Se escuchó un sonido repetitivo de 'clics', seguidos tan cerca uno del otro que eso significaba una cosa: las puertas del mausoleo comenzaban a abrirse. Frente a los hermanos se desplegó la imagen de un diagrama que Shi WuDu estudió para explicar poco después:

—Hay tres salas a partir de aquí. El barranco al que debemos llegar se encuentra en la última sala, mientras uno de nosotros pueda llegar al fondo, podremos reclamar el poder que vinimos a buscar. El mausoleo dará acceso a alguien en las otras salas, como algún tipo de prueba de resistencia.

—¿A quiénes? —preguntó Shi QingXuan.

—No lo sé.

—Lo averiguaremos pronto —dijo Shi MingJing.

Con un asentimiento unánime, los tres entraron a la primera sala.

La profecía de los tres hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora