Capítulo 17

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17.- Condena

Durante las semanas siguientes, la corte celestial navegaría entre la zozobra y el miedo tras saberse los detalles del caso.

Xuan Mingyu, el joven oficial adjunto de Pei Ming, estaba de guardia en uno de los templos del norte cuando algo lo atacó. Sea lo que sea, había profanado el templo, destruyéndolo y robando todo lo que había en su interior, para después masacrar el cuerpo del joven. Este hecho, eventualmente, había restado méritos al general Pei al perder uno de sus principales sitios de adoración mientras estuviera en reparación.

Cómo era de esperarse, esto terminó por atemorizar a todos los dioses. Si eso le había pasado a alguien de gran poder e influencia como Pei Ming, nada mejor podía esperarle a los demás… excepto a Su Alteza, claro. Nadie quiere lidiar con la furia de Lluvia Sangrienta que busca la flor. Y desde que se había dado la noticia, se investigó el caso a fondo sin que aún hubiera resultados.

Pei Ming fue al palacio del Agua, y para sorpresa de todos, preguntó por Shi QingXuan. Tenía algo que entregarle en nombre de Xuan Mingyu. Shi WuDu no se encontraba en ese momento, por lo que fue Shi MingJing quien lo recibió.

—QingXuan-gege, el general Pei trajo algo —dijo el joven entrando a la habitación de su hermano.

Shi QingXuan había estado deprimido desde que supo de la muerte de Xuan Mingyu. Había sido su primer amigo de verdad, le había enseñado todo lo que sabía de pelea y había sido amable con él después de su destierro, le dolía en el alma haberlo perdido de una forma tan terrible. El dios del viento se levantó de la cama con desgana y tomó la pequeña bolsa que su hermano menor le había dado.

—Me voy a mi palacio —dijo—. Quiero estar solo un rato.

Shi MingJing tragó saliva, compungido por el estado de su hermano. Le dolía notarlo triste y no poder hacer nada para ayudarlo a sentirse mejor, por lo que solo asintió y dijo:

—Está bien.
—Jing-er, no estés triste por mí —dijo Shi QingXuan—. Todavía debes cuidar tu salud.

El dios se retiró a su propio palacio, y el médico se dejó caer sobre la cama. Se sentía cada vez peor, si no recibía un gran suministro de energía demoníaca moriría irremediablemente pronto. Entonces recordó que Xie Lian había ido a verlo días antes para darle un frasco de píldoras y fue a su habitación a buscarlo, tomando una de éstas, con lo que se sintió mejor. No supo en qué momento se quedó dormido, pero cuando despertó pudo escuchar a sus hermanos discutiendo fuera de su cuarto, tratando de mantener la voz baja para no despertarlo.

—Te digo que esto puede ser una oportunidad para Jing-er —dijo Shi QingXuan, con una mezcla de esperanza y desesperación.
—No lo sé —dijo Shi WuDu mostrándose escéptico—. ¿Qué tan cierto será?
—Mingyu no tenía ninguna razón para mentirme. Y él sabía lo mismo que todos los demás.

Shi MingJing se puso de pie, saliendo de su habitación y preguntó:

—¿De qué están hablando?

Hubo un breve silencio, en el que WuDu y QingXuan se cuestionaron uno al otro, y al final el segundo hermano dijo:

—Existe una profecía sobre un sitio, un lugar donde se encuentra sellado un poder demoníaco sin límites. Un poder que podría salvarte. Solo que no sabemos dónde se encuentra.

Shi MingJing sintió un escalofrío recorrer su columna, pensando en esa segunda vida que no se había dado la oportunidad de recordar. Si se metía en sus memorias lo suficiente, tal vez podría encontrarlo.

—¿Podemos pedirle a Ling Wen que investigue? —preguntó—. Si ella no encuentra nada, podemos asumir que no hay que fiarnos de esto.
—Es una buena idea —dijo Shi QingXuan—. Gege, Ling Wen es tu amiga, si se lo pides te escuchará.

Shi WuDu asintió sin decir nada y se llevó dos dedos a la cabeza, comunicándose con la diosa de la literatura. Apenas había cortado la conversación cuando se escuchó un estruendo fuera del palacio y los tres corrieron a ver qué sucedía. Al ver a quién se encontraba fuera, Shi WuDu tuvo un mal presentimiento.

—General Xuan Zhen, ¿qué lo trae por aquí?

La última vez que Mu Qing había ido a buscarlo, lo había llevado al juicio que desembocó en su destierro. El dios marcial lo miró con indiferencia y dijo:

—Señor del Agua, se ha encontrado evidencia de que ustedes tres están detrás de la muerte de Xuan Mingyu. Por lo tanto, estarán bajo arresto domiciliario hasta nuevo aviso.
—¿¡Qué!? —soltaron los hermanos Shi al mismo tiempo.

Esto no podía estar pasando.

La profecía de los tres hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora