Capítulo 22

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22.- El trato con el rey fantasma

Shi MingJing pasó las yemas de los dedos por la hoja desplegada sobre la mesa, recorriendo las líneas trazadas hasta señalar un sitio.

—Aquí está —dijo con seguridad.

—Eso es en el este —dijo Shi WuDu.

Shi QingXuan miró el mapa y señaló un punto cercano al señalado por su hermano, diciendo:

—Aquí está Ciudad Fantasma. No hay mucha distancia de un sitio a otro.

—Tal vez sea una casualidad —dijo Shi MingJing—. O es la prueba de que en el este viven cosas malvadas.

—Podría ponerme en contacto con QianQiu —sugirió Shi QingXuan—. Él podría…

—¿Qué? —preguntaron Shi WuDu y Shi MingJing al mismo tiempo.

El dios del viento no respondió. Su rostro demostraba una gran sorpresa y por un momento no supo qué decir, puesto que en su matriz de comunicación privada acababa de escuchar una voz que nunca se imaginó escuchar, perteneciente a alguien que jamás creyó que le hablaría de este modo. Finalmente, el dios se llevó dos dedos a la cabeza y respondió al llamado.

"Me encuentro aquí, Hua Chengzhu. ¿Cómo obtuvo mi contraseña?"

"Me alegra poder oírlo", dijo Hua Cheng, desde Mansión Paraíso. "Por supuesto, Su Alteza me la proporcionó, pidiéndome también que le ofrezca sus más sinceras disculpas por tal indiscreción"

"Su Alteza tendrá sus motivos"

"Y ninguno va en su perjurio. De hecho, creo que les iría bien si nos reunimos en mi hogar"

Shi QingXuan parpadeó, por la sorpresa, y ante la mirada de sus hermanos se echó a reír con nerviosismo.

"¿Podría discutir con mis hermanos?", preguntó.

"Preferiría que no. Estoy más tranquilo lidiando solamente con usted", respondió Hua Cheng con calma.

"Entiendo. Dígame qué debo hacer"

Una vez que recibió las instrucciones necesarias, Shi QingXuan cortó la comunicación y dijo:

—Tenemos un refugio.

—¿En serio? —preguntó Shi MingJing—. Esa es una buena noticia.

—¿Dónde? —preguntó Shi WuDu.

—Ya lo verán —dijo Shi QingXuan cerrando la puerta de la habitación—. Ahora, hay que tomar nuestras cosas. 

Los hermanos acababan de recoger sus pertenencias cuando se escucharon tres golpes en la puerta. Shi QingXuan se apresuró a abrir, recibiendo a un hombre de túnicas sencillas.

—¿Tú? —soltó Shi WuDu con sorpresa.

—Gracias por venir, Alteza Yin Yu —dijo Shi QingXuan juntando las manos en un gesto de saludo.

—Ya no soy una Alteza —dijo Yin Yu—. Pero me alegra verlo, señor del Viento. Por favor, síganme.

Shi QingXuan avanzó detrás de Yin Yu tranquilamente, y sin tener más remedio fue seguido por sus hermanos hasta llegar a Mansión Paraíso, donde Hua Cheng los esperaba en el vestíbulo. Shi WuDu se detuvo de golpe y Shi MingJing chocó contra él, desconcertado.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Está bien, no pasa nada —dijo Shi QingXuan—. Hua Chengzhu no tiene malas intenciones hacia nosotros.

—Hua… ¿Te refieres a Xue Yu Tan Hua? ¿El rey fantasma temido por los cielos?

Hua Cheng ladeó la cabeza, mirando a Shi MingJing con interés.

—Incluso la última Belleza de Huesos Mariposa sabe sobre mí. Qué halago —dijo—. Señor del Viento, en este momento cientos de oficiales celestiales están rastreando la capital celestial en busca de ustedes tres, así que les ofreceré refugio en mi mansión por este día.

—¿Qué nos va a pedir a cambio? —preguntó Shi WuDu con recelo. 

—Usted no tiene nada que ofrecerme —dijo Hua Cheng—. Y como el señor del Viento es amigo de Su Alteza tampoco le pediré nada.

—¿Eso me deja solo a mí? —preguntó Shi MingJing, y la serpiente escorpión comenzó a sisear amenazadoramente.

—Le pediré solo una cosa: unas cuántas de sus lágrimas.

La sala se quedó en silencio, el cual fue roto por Shi MingJing.

—¿Solo eso? —preguntó con incredulidad.

—Solo eso —dijo Hua Cheng—. Les ofrezco mi palabra, y a diferencia de la gran mayoría de los oficiales celestiales, yo siempre cumplo mi palabra. Podrán volver a la capital imperial mañana si lo desean, y mientras la pequeña belleza venga a cumplir su parte del trato, no pensaré en ninguno de ustedes.

—Mis ojos están dañados. No hay forma en que pueda cumplirle. 

—Estoy seguro que eso cambiará cuando termine su aventura.

Por indicación de Hua Cheng, Yin Yu guió a los hermanos Shi a una habitación apartada del resto, lista para recibir a tres invitados. 

—Es una locura —dijo Shi WuDu apenas estuvieron solos—. ¿Vas a confiar en él?

—Sí, lo haré —dijo Shi QingXuan—. Gege, si Hua Cheng quisiera hacernos algo, ya lo hubiera hecho.

—De cualquier modo, ya estamos aquí —dijo Shi MingJing—. Podemos partir directo a nuestro destino sin tener que volver a la capital.

El hermano mayor resopló, siendo consciente de que los argumentos de sus hermanos tenían sentido.

—Está bien —cedió—. Lo mejor será que no salgamos de aquí. Tal vez alguien espió nuestro paso hacia acá.

En eso, tenía razón: Ming Yi lo había seguido subrepticiamente y consiguió enterarse de hacia dónde iban a dirigirse. El dios de la tierra se ocultó en uno de los callejones de la ciudad y se puso en contacto con He Xuan, comunicándole todo lo que había descubierto para ponerlo sobre la pista de los fugitivos. Esta vez, tanto el dios como la calamidad se asegurarían de que los Shi no volvieran a ser un problema nunca más.

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Ahí disculpen ustedes la tardanza, el trabajo estuvo criminal. A mí me vendieron que la vida de adulto iba a estar chida, me siento estafada (?)

En otras noticias, estamos en la recta final. Yuhuuuu!

La profecía de los tres hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora