Capítulo 12

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12: Preocupación

Shi MingJing tomó su pulso, concentrado en las pulsaciones de sus meridianos, y luego frunció el ceño soltando su muñeca. Su mano izquierda tanteó hasta su maletín, del cual sacó una fina aguja de acupuntura que clavó diestramente en su brazo derecho y se recostó en el asiento, esperando.

Había escuchado varios rumores sobre el destino de Hua BiNan, la persona llegada del otro mundo que lo usó como un títere para un mismo propósito. Sin embargo, a diferencia de él, a Shi MingJing aún le importaban las vidas humanas por lo que hizo lo único que podía hacer para frenar la destrucción de su mundo, que fue liberar a Chu WanNing de su prisión. Desde entonces, había deambulado solo hasta que encontró a sus hermanos. Algunas personas decían que las Bellezas de Huesos Mariposa habían podido pasar al inframundo debido al sacrificio de uno de ellos, que detuvo la puerta del infierno que comenzaba a cerrarse. Hubo unos pocos que, aseguran, vieron la puerta cerrarse debido a que la primera Belleza de Huesos Mariposa que había entrado tenía sangre divina en sus venas, y por ello se le impidió entrar. Esta belleza rechazada impidió que la puerta se cerrara a costa de su propia vida, y todos esos rumores le hicieron temer a Shi MingJing, pensando que si Hua BiNan no había podido ir al inframundo, él no tenía derecho de subir al cielo y ese fuera el origen de su enfermedad.

Pero no había podido rechazar a Shi WuDu cuando le ofreció seguirlo al cielo como su oficial adjunto, así que debía encontrar una forma de resolver esto.

—¡MingJing!

Shi QingXuan se dejó caer a su lado, y Shi MingJing volteó hacia él con una sonrisa.

—¿Cómo les fue? —preguntó.

—Bien —dijo Shi WuDu sentándose con propiedad al otro lado, notando la aguja clavada en el brazo del menor—. MingJing, ¿todavía te sientes mal? Traeré a alguien del palacio médico.

—Estoy bien, Gege —dijo Shi MingJing—. Ya me siento mejor.

—¿Seguro? —preguntó Shi QingXuan con preocupación.

—Sí, seguro.

En ese momento uno de los sirvientes del palacio del Agua se acercó y dijo:

—Señor, varios oficiales celestiales han traído regalos.

—Despídelos a todos —dijo Shi WuDu con desdén.

—No, espera —dijo Shi MingJing—. Recíbelos. De ese modo dirán que el dios del agua es benevolente y no guarda rencor.

Una sonrisa burlona cruzó sus labios cuando dijo:

—Y cuando pidan ayuda, puedes devolver los regalos.

—Es una idea genial —dijo Shi QingXuan riendo a carcajadas.

—Está bien, tráelos —dijo Shi WuDu.

Al poco tiempo entró un grupo de gente dejando cajas de regalos, y en cuánto estuvieron a solas los hermanos se dedicaron a revisarlas.

—¿Qué...? ¿Qué demonios es esto? —gritó Shi WuDu sacando un vestido de fina tela.

Shi QingXuan se echó a reír mientras Shi MingJing tanteaba la tela de arriba abajo para fruncir el ceño con confusión.

—¿Por qué alguien enviaría un vestido?

—Es para mí —dijo Shi QingXuan tomando su forma femenina, abrazándose a sí misma—. Ay, como me extrañaba de esta forma.

—QingXuan, deja de jugar —dijo Shi WuDu.

—... ¿QingXuan-gege? —llamó Shi MingJing.

—Ahora soy tu Jiejie, MingJing —dijo Shi QingXuan tomando el vestido. Luego se acordó que lo habían enviado en una muestra de hipocresía y lo soltó con disgusto—. No me voy a poner eso.

—No te quedaría bien —dijo Shi MingJing.

Shi WuDu se lamentó en silencio y se llevó una mano a la cara.

—No puede ser.

—WuDu-gege, ¿me ayudas? —dijo Shi MingJing señalando el sitio donde había dejado el maletín—. Tengo un frasco de píldoras refinadas para el alma allí, ¿puedes sacarlo? Necesito dos.

—¿Necesitas agua? —preguntó Shi QingXuan.

—Sí.

Shi QingXuan salió corriendo para buscar el agua, mientras que Shi WuDu abrió el maletín para buscar la medicina. Shi MingJing aprovechó para sacar la aguja que tenía en el brazo y la colocó debajo de su nariz con cuidado, olfateando; arrugó la nariz y la tiró en el momento que sus hermanos se acercaron.

—Ten, aquí —dijo Shi QingXuan poniendo en su mano derecha un vaso con agua.

Shi WuDu tomó su mano izquierda poniendo dos píldoras, y Shi MingJing las tomó sin decir nada, decidiendo no preocupar a sus hermanos con sus elucubraciones.

La profecía de los tres hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora