Capítulo 26

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26.- La primera sala

Habían llegado a un amplio vestíbulo de paredes lisas, repletas de antorchas encendidas que iluminaban perfectamente el lugar. El sitio tenía forma semicircular y el suelo era extrañamente mullido, por lo que los pasos que daban eran amortiguados.

Los tres hermanos avanzaban con cautela, con la guardia alta, en espera de algún ataque que les recibiera; pero hasta el momento todo estaba en calma.

—Esperen.

Shi MingJing detuvo a sus hermanos en el momento justo que una rama de sauce roja cortaba su camino con un fuerte latigazo. El menor respiró hondo y dijo con firmeza:

—Váyanse. Esta es mi prueba.
—No hagas nada imprudente —dijo Shi WuDu, y se alejó con QingXuan.

"No prometo nada", pensó MingJing ladeando la cabeza hacia el sitio dónde percibía la presencia de Mo Ran. Estaba tan familiarizado con el estilo de pelea del par que sabía dónde encontraría a Xue Meng, y cuando escuchó su voz se sintió aliviado de no haberse equivocado. Al instante, hizo un deslizamiento hacia la derecha evitando el ataque proveniente de su izquierda.

—No sé porque Shizun eligió dejarte ir —dijo Xue Meng—, pero yo no voy a hacerlo.
—Es libre de hacer lo que considere correcto, gran señor —dijo Shi MingJing—. Pero yo no estoy dispuesto a agachar la cabeza ante usted. Ambos están equivocados si creen que voy a rendirme fácilmente.
—Entonces muere.

Xue Meng volvió a atacar a Shi MingJing, y la hoja de su sable fue interceptada por el látigo de su contrincante, que lo obligó a reteoceder. Al mismo tiempo, Mo Ran dio un paso adelante, impulsándose para lanzar un latigazo que Shi MingJing evitó, lanzando un talismán de supresión hacia el sitio donde percibía su presencia; extendiendo el otro brazo para lanzar una serpiente mágica hacia Xue Meng. El resentimiento se apoderó del joven con cada ataque lanzado y esquivado, hasta que la rama escarlata JianGui apresó su antebrazo y un dolor agónico lo recorrió.

Shi MingJing había sentido ese dolor una vez, cuando TianWen lo golpeó hace tanto tiempo atrás, antes de que todo se volviera un caos.

—¿Qué te hace diferente a mí? —preguntó Shi MingJing a Mo Ran—. Cometiste crímenes imperdonables, al igual que yo. ¿Por qué a ti se te permite tener una oportunidad de redimirte? ¿Por qué no puedo tener yo esa oportunidad?
—¿Y todavía tienes el descaro de preguntarlo? —increpó Xue Meng con desprecio—. ¡El fue un títere!
—¡En esta vida, yo también fui un títere! —gritó Shi MingJing.

Pero a diferencia de Hua BiNan, él conocía y apreciaba el valor de las vidas humanas. Solo que se había dado cuenta de todo cuando fue demasiado tarde para remediar lo sucedido. Su arrepentimiento había llegado cuando ya no podía dar marcha atrás; pero no tenía caso explicar esto ahora. No importaba, él solo debía resistir.

Debía confiar en sus hermanos.

La profecía de los tres hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora