USTED NO LO SABE, pero su mamacita se le murió por culpa del descuido y de la lluvia. ¿Qué? No, no es que se haya mojado, el problema es que se fue quedando ciega de a poquitos y el pintorcito ése no ganaba, bueno todavía no gana gran cosa ¿Cómo dónde? Pus en un periódico oiga, no ganaba lo suficiente como para que se la operaran ¿Seguro Social? No, pus ni tenía.
Si, tiene usted razón, es lo que se dice de los periodistas y por lo que yo he visto en la oficina, es cierto. Es más: yo personalmente he tenido que entregar el dinero mensual cuando el secretario particular se le enferma al jefe. Pero este señor caricaturista yo no sé si es honrado o tarugo o qué. ¡Hasta yo le presto figúrese! Porque dice que a veces se cuelgan con su quincena.
¿Bueno? Yo la verdad de pintura no sé nada, pura de brocha gorda, pero sus monos del periódico están refeos. A veces se pone a pintar en serio y hace retratos y viera que no le quedan tan peor. Si, hemos platicado varias veces y dice que los esos editores le tienen más respeto a su trabajo en el DF que aquí en Cuernavaca. No sé si será cierto, pero hace como un año vino un tipo igual de barbón que él y llegó preguntando por el Maestro Romero y pues nuestro pintorcito es el único con ese nombre aquí en la vecindad. Cuando se encontraron ¡los hubiera visto! Estaban muy contentos acordándose de muchos locos, cómo decían y bueno, pues el fulano ese le habló de hacer una exposición de su obra en Aguascalientes y él luego luego aceptó diciendo que no tenía dinero paara llevar el material allá. Entonces el otro le dio un adelanto y le dijo que la llevara nomás a México y que de ahí el Instituto de Aguascalientes se encargaba. ¡Uh, todos andábamos tan contentos de verlo con la sonrisota! Hasta se llevó a su mamacita a comer en un restaurante y no paraba de presumirnos a su niño la doña.
Pinta de noche porque yo le paso la luz, en su cuarto no hay instalación como en el de Consuelito, la portera y otros dos. Yo pues así me ayudo con lo del recibo. ¡Tan cara la luz! ¿verdad? ¿Usted conoce a nuestro pintorcito? Está medio loco, ¿por qué? A ver: usted seguiría pintando monos en paisajes raros, viejas encueradas y floreros y fruteros llenos de cosas locas que no son ni frutas ni flores viendo que nadie se los compra y que la gente hasta se asusta? Los monos del periódico pues si, lo hacen a uno famoso y por eso valen la pena aunque estén bien chuecos ¿pero lo demás? No, deveritas que no, se lo juro. Casi todos se le quedan y de plano a veces pinta pueblitos con iglesias, paisajes del campo con vaquitas y hasta floreritos bonitos, si, esos si con flores y újule, vende casi todo, pero no le gusta, ¿cómo por qué? Pus porque dice que la gente que le compra eso es imbécil. Yo de plano le digo que sería mejor que se metiera a trabajar en una fábrica de las de Civac o de mesero o algo así pero me echa un rollo de la vocación y yo de plano mejor lo dejo hablando solo.
Bueno, no me lo va a creer pero a veces le vende sus libros de pintura a la maestra de al lado, o a mí me vende sus enciclopedias para poder comprar lo de la despensa porque ni para eso tiene. Mire, está tan creído que es un genio de esos que les enseñan a los niños en la escuela, que dice que un día el mundo va a arrepentirse de haberlo maltratado, que él lo aguanta todo, pero que le duele su mamacita, por cierto, no le he dicho cómo fue que se murió.
¿Ya ve que los cuartitos de la vecindad están retejodidos? Pues a él le tocó el peorcito, ya ni lo rentaban, es más. Pero como tenía mucha necesidad se lo dieron. Cada vez que llueve tiene que arrimar todos los muebles para donde no caiga agua y poner una cubeta donde estaba la cama, una palangana en lugar de la mesa, llenar el ropero con vasitos de a cuarto o poner las jarras de un litro encima de los libreros y levantarse a cada rato para tirarlos. Pues a veces se queda dormido y se le inunda la casa, se le mojan los muebles y después anda hasta tirando sus dibujitos a la basura porque terminan hechos chicharrón.
Hay veces que le va bien, luego se ve porque le compra unas ropitas a su mamá ¿qué? ¡Sabrá Dios quién le compre sus cuadritos! Ni él conoce a esas gentes, dice que casi siempre son turistas, ¿cómo?, ¿no le digo que aquí en Cuernavaca nadie le compra nada? Se va a unos dizque jardines del arte en la Alameda de México o sepa dónde.
El día que se murió la doña, él andaba en el periódico. Nadie se sabía su teléfono y cuando conseguí un directorio y le llamé, se acababa de salir y nosotros con las apuraciones. De segurito andaba en uno de los cafés del centro haciéndoles retratos a unas gringas y nosotros, aquí en la Barona con el Jesús en la boca. Luego supimos que estaba con otros pintorcitos allá en el café. Eso si, ni para comer tiene pero con tal de estar allí, hasta fiado pide.
¡Ah, si! Perdóneme usted, nada más le ando sacando la vuelta a lo de su jefecita muerta. Pues verá: a todos nos dio mucho coraje que él estuviera tan campante en el mentado café mientras nosotros recogíamos a la señora para llevarla al hospital porque en el teléfono nos dijeron que no había ambulancias y que esperáramos unas dos horas a que llegara ¿cómo? ¿está loco o qué? Ella estaba muy mala y se le estaba saliendo la sangre, lo que pasa es que no le he dicho que la doña se tropezó con una cubeta que su hijo dejó puesta.
Si, estaba lloviendo. No, no era de noche. Si, había poquita luz todavía pero ella ya casi estaba ciega, ¿no le digo? Los doctores nos dijeron que nosotros la habíamos jodido más, ¡cómo cree que nos va a decir así! El doctor dijo algo así como que se había complicado la lesión del cráneo cuando la levantamos y la subimos al taxi. ¿El pintorcito? Pues fue muy feo porque cuando llegó al hospital, su mamacita ya se había muerto.
Eso fue hace un mes y entre todos pagamos el entierro porque él se quedó como ido ¿Casado? No, bueno una vez si, pero su mujer lo dejó y se llevó a la beba. Ajá, una nenita como de año y medio que se llama... ¿qué? Bueno pues, ahorita ya lleva más de una semana ahí encerrado y no nos abre ni nos contesta, por eso los llamamos, señor policía. Doña Laura dice que a lo mejor ya se mató, pero yo digo que nada más está borracho.
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Crónicas de la ciudad Tlahuica
Fiction généraleCada ciudad tiene personas que la definen. La ciudad Tlahuica es ejemplo de ello. En este libro, Juan Pablo Picazo mezcla la fuerza de su experiencia como reportero y observador de la realidad, con su talento narrativo y nos entrega una colección de...