Capítulo 16.5: Nadie nos descubrirá

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El clima era bastante fresco ese día, las nubes inundaban el cielo y el sol no quemaba tanto como otros días en el campo.

Adrián ayudaba a su padre a sembrar y labrar desde los siete años, por lo que sus once años de experiencia lo ayudaban mucho en la labor.
Pero a pesar de todos esos años cosechando, nunca había podido reparar la azadón cuando se aflojaba. Era muy malo usando el martillo.

Su padre siempre era el que iba donde el carpintero, pero por desgracia él se encontraba enfermo. Así que tuve que ir el mismo a reparar el azadón para seguir trabajando.

Iba al pueblo bastante seguido, ayudando con los mandados que le encargaba su madre y yendo con ella por si necesitaba cargar con algo pesado.
Pero casi nunca entraba en la carpintería.

La zona estaba llena de tiendas de ropa, utensilios para el hogar y herramientas. Por lo que fue fácil encontrarlo.

—Buenos días—dijo Adrián tocando la puerta, pero nadie contestó. Luego de unos segundos volvió a llamar —Soy el hijo de James Morrison, necesito que repare el azadón.

—...Pase—dijo una voz lejana, luego de unos segundos.

Adrián abrió la puerta y asomó la cabeza. Sentado, sobre un escritorio lleno de utensilios de carpintería, estaba un joven sombrío, de unos dieciséis años, tallando una pequeña pieza de forma rectangular.

—Mi padre no se encuentra...—dijo el joven, con una mirada apagada y tímida, cosa que no afectaba el hermoso color azul de sus ojos.

—Oh, entiendo—dijo entrando a la tienda. Miró con curiosidad al muchacho y se acercó—¿Tú podrías repararlo?

El joven se notaba algo ansioso por su presencia, pero igual respondió, sin mirarlo a los ojos.

—...Déjame verlo.

Adrián le entregó el azadón y él lo puso sobre la mesa.

Lo vio un rato en silencio, observando como sus ásperas manos tocaban el azadón y lo examinaba con mucho cuidado.

—¿Cómo te llamas?

El joven lo miró de reojo y dijo luego de dudarlo:

—Danielle.

—Yo me llamo Adrián, es un placer—dijo con una sonrisa.

Danielle miró su expresión deslumbrante y suspiro en su interior. Siguió trabajando en lo suyo, pero Adrián no se iba y no dejaba de mirarlo con esos ojos tan atentos, por lo que no pudo evitar decir entre dientes:

—¿Por qué...sigues aquí?

Adrián apenas escuchó sus palabras, pero en vez de sentirse ofendido se rio en voz baja...

[...]

El clima era un poco frío esa tarde, por lo que Adrián salió a recoger leña para su madre. Se fue alejando cada vez más, sin darse cuenta de que estaba perdiendo el tiempo, mirando distraído los árboles y jugando con un palo.

Detuvo el palo y dejó de sacudir las hojas del suelo, y en ese segundo de silencio escuchó una campana.

"¿Es...una campana?"

Agudizó el oído y se volvió sigiloso, pisaba a través de los troncos sin tronar las hojas, hasta que pudo ver un poco la fuente del sonido.

Había varias velas encendidas sobre largos troncos, que, a pesar del viento, se mantenían perennes en su sitio, y extrañamente, la cera no goteaba ni caía sobre los troncos. Una campana, lisa y plateada, se sacudía con gracia junto a una serie de murmuros. Adrián no lograba entender sus palabras, y queriendo ver mejor a esa persona se acercó aún más. Logró ver su espalda. Iba vestido con una camisa blanca y unos pantalones desgastados.

El músico de la muerte© [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora