Capítulo 16: Temblando en la oscuridad

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La nieve caía tan ligera, como blancas gotas de rocío. El cielo era lúgubre, y el olor a madera recién cortada flotaba en el aire.

—¡Suéltenme malditos bastardo! —gritó Adrián y forcejeó con todas sus fuerzas. Sus pies descalzos pisaban la fría tierra, húmeda por la nieve derretida. Sus ropas eran delgadas y sucias; temblaba por el gélido viento. Su cabello rubio, ahora lleno de lodo, había perdido su brillo, y su cuerpo, casi sin fuerzas, era llevado a rastras entre la multitud. Que lo abucheaba con asco, y le escupían.

Las personas que llevaban a Adrián ignoraron sus palabras y lo jalaron con más intensidad.

—Mátenlo. ¡Está maldito!

—Yo lo vi, él es un brujo.

—Él dice que habla con los muertos, es el hijo del mal.

El pueblo gritaba sus acusaciones, hasta quedarse sin aliento.

Adrián los vio con desprecio, y justo cuando iba a responderles de manera vulgar, lo vio. Ahí estaba él.

Danielle era llevado igual que él, arrastrándolo entre la multitud que los aborrecía. Sus ojos azules estaban cerrados, la sangre escurría de entre su cabello negro y la suciedad se pegaba en ella. Entre su ropa, Adrián pudo observar golpes, moretones y heridas que aún parecían sangrar.

—¡Danielle! —llamó Adrián, pero fue inútil. Estaba inconsciente.

Miró al frente y logró visualizar el lugar al que eran llevados. Una hoguera. En la que había dos postes, justo en medio de ella.

—¡Quemen a los brujos! Son los hijos del señor de las tinieblas. Están malditos.

—¡Quémenlos! Nos maldecirán a todos...

—¡No! Déjenme ir—exclamó Adrián con desesperación, luego vio a Danielle, y gritó, con voz débil y ahogada—Él no hizo nada. Déjenlo ir, sólo soy yo. ¡Soy yo al que quieren! Él es inocente, se los juro por mi vida. ¡Lo juro!

Si no podía salvarse a sí mismo, al menos quería salvar a Danielle.

Pero sus súplicas no fueron escuchadas.

Vio como Danielle, aún inconsciente, era atado al poste, parado sobre la rústica hoguera. Adrián fue llevado a rastras por las escaleras, y fue atado con fuerza.

Las personas aplaudieron, y sus expresiones se tornaron grotescas, y llenas de desesperación.

—Danielle, despierta—gritó Adrián. Ya no sentía los pies por el frío, y las energías lo abandonaban poco a poco. Había pasado demasiado tiempo en ese calabozo, comiendo sólo raíces y nieve, durante más de una semana. Se sentía débil...

Y justo cuando pensaba que Danielle jamás volvería en sí, él abrió los ojos lentamente. Se quejó y sintió su cuerpo frío, sin fuerzas.

—Danielle—llamó Adrián, y dos lágrimas brotaron de sus ojos, de un hermoso color café claro, con pequeños tonos de verde.

—...Adrián—sintiendo la garganta seca, y trató de aclarar sus sentidos. Se dio cuenta que estaba sobre una hoguera y notó a Adrián, quién estaba a su lado. Le dolía la cabeza y todo el cuerpo, por la golpiza que había recibido hace dos días¹. Tenía algunos huesos rotos, y su parte baja dolía con el más mínimo moviendo; era un desastre sangriento.

—¿Qué te hicieron? —le preguntó Adrián angustiado, con voz temblorosa—¿Te duele mucho?

Danielle notó que él estaba casi en las mismas condiciones. Pero sus heridas no parecían ser tan severas.

"Menos mal..."

—N-No te preocupes. Sólo me golpearon un poco...mis heridas no son tan graves. ¿Y a ti? ¿te duele?

El músico de la muerte© [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora