Capítulo 12: Flor blanca

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Fernweh, Daigo Hanada


El viento de otoño soplaba con gentileza, y las ramas de los robustos árboles se mecían con gracia en esa silenciosa tarde. Las casas pequeñas y de techos rústicos se observaban a lo lejos, los campos, un poco desolados, y la mayoría de las personas se resguardan en sus hogares, al llegar el atardecer.

El fuerte olor húmedo del bosque invadió sus sentidos, junto con un exquisito aroma a madera recién cortada. Que no era del bosque, sino de la persona a su lado. Estaban recostados sobre un gran árbol, descansando, luego del trabajo...

—Oye *****—llamó uno de ellos, pero al pronunciar su nombre este no se escuchó con claridad.

—¿Qué?

—Siempre me ha encantado tu aroma a madera y aserrín—esa frase fue dicha con tanto cariño, que la otra persona lo observó con una sonrisa, con un poco de vergüenza.

—*****—dijo su nombre en voz baja, y le besó la mejilla—Y yo adoro cuando hablas así—se alejó de él y revolvió su claro cabello rizado.

—¿Mis palabras son lo único que te gusta? —observó todo de él con atención, su oscuro cabello, y sus ojos azules...

—Me gusta tu olor a tierra mojada y lodo.

—Eres un grosero—dijo molesto y empujó su hombro.

—Pero siempre estás lleno de tierra, ¿qué culpa tengo yo?

—Sé que trabajo todo el día en el campo, pero tienes que decir algo más romántico *****. Además, yo siempre me baño luego de trabajar, ¿acaso insinúas que no?

—Está bien, sólo estaba bromeando—dijo riendo—Te diré algo más romántico—lo tomó de la mano, y lo miró a los ojos. Pero ***** desvío su mirada, haciéndose el difícil—Lo que siempre me ha gustado de ti son tus manos. Adoro cuando me tocas con ellas.

Él se sonrojó al escuchar sus palabras, y le devolvió la mirada, tímido y avergonzado. Bajó sus ojos y observó sus propias manos, que eran sostenidas por *****. Tenía algunos cayos en las palmas y en los dedos, por los trabajos que hacía, eran un tanto rústicas y llenas de pequeñas cicatrices.

—Deja de bromear, ¿por qué te gustarían? —dijo avergonzado.

—Lo digo en serio—respondió de manera dulce—Me gustan—levantó su mano y besó sus nudillos, sin dejar de mirarlo—Me gusta todo de ti.

—Tú...Es imposible que te guste todo.

—Todo el mundo puede ser falso y lleno de mentiras. Pero esto no es una de ellas. Lo que digo es verdad. Yo nunca te mentiría con algo así.

—...Siempre tan astuto con tus palabras—sonrió y se acercó a él, para besar sus dulces y pálidos labios...

[...]

Despertó sin abrir los ojos, somnoliento y desorientado. Tocó la sábana, las almohadas, movió sus piernas y se acostó sobre su espalda. Su sueño se había esfumado casi por completo, cuando se llevó los dedos a los labios, sintiendo aún la ligera sensación del beso. Y entonces abrió los ojos en medio de la oscuridad.

Pensó y revivió una y otra vez ese sueño, para no olvidar cada detalle.

En el se veía un hermoso bosque de otoño, aun recordando el sonido del viento. Hablaba con alguien que le decía lo mucho que le gustaba su olor a tierra, y sus manos.

"Mis manos..."

Dejó de tocarse los labios y sintió sus propios dedos. Palpó la yema de su índice, sintiendo lo duro que estaba por tocar el violín. Pero esto era diferente. En su sueño, sus manos eran rasposas y llenas de cayos por arar y sembrar en el campo.

El músico de la muerte© [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora