Capítulo 0

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22:19 pm. 𝐃𝐢𝐬𝐭𝐫𝐢𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐋𝐨𝐬 Á𝐧𝐠𝐞𝐥𝐞𝐬.

El cielo presentaba un color rojo y anaranjado mezclándose entre sí. El silencioso y espléndido atardecer estaba llegando a su fin y eso demostraba que las temperaturas cada vez serían más bajas. Es más, en las noticias incluso avisaron de una posible nevada en la noche de este día. Los pájaros revoloteaban acompañados de la brisa. Estos parecen que querían volver a sus nidos para descansar, al igual que aquellos conejos que se metían en sus madrigueras para protegerse de su cazador.

Madelaine Petsch, por su parte, se encontraba ya en su casa, más bien tumbada en la cama mientras que leía un libro. La voz de su querida hija pequeña llamó su atención y tuvo que alzar la vista para poder observarla con una pequeña sonrisa en su rostro.

―¿Todo bien, cariño? ―preguntó la pelirroja mayor.

―¿Puedo dormir contigo? ―respondió con otra pregunta y Madelaine divagó en su mente, hasta cerrar el libro que tenía entre sus manos―. He tenido otra pesadilla ―aclaró Summer.

Summer aún era una pequeña niña que se asustaba con los monstruos que le atormentaban en el profundo sueño. Sin embargo, quizás ella no estuviera tan equivocada y su miedo fuera algo más allá que una simple pesadilla.

―Cariño..., tienes que aprender a dormir sola y a superar esos miedo poco a poco ―intentó animarla. Madelaine se quitó la colcha de encima, dejó a un lado el libro y salió de la cama para acercarse a su hija―. ¿Qué pasó esta vez? ―preguntó, curiosa, acariciaron el cabello pelirrojo de la pequeña.

―He cerrado los ojos y he visto que venían unos señores malos... ―empezó a explicar, siguiendo los pasos de su joven y soltera madre, quien la estaba guiando a la habitación verde agua para tratar de ayudarla a conciliar el sueño de nuevo―. Me llevaban a una casa y ya no te volvía a ver más.

―Mi niña..., eso no va a pasar, ¿vale? ―le hizo saber y le destapó la cama para luego ayudarla a acomodarse en el colchón―. Nadie me va a separar nunca de ti ―acarició su delicado cabello mientras que la niña tumbaba su cabeza en la almohada y miraba con susto a su madre.

―Tú te ponías muy nerviosa ―siguió contando su pesadilla, ignorando los ánimos de su madre― y te hacías daño en un pie con mi trenecito. Salías a la calle y una furgoneta negra se iba corriendo mientras que tú me llamabas a gritos.

Madelaine esbozó una sonrisa burlona y se agachó para quedar a la altura de los ojos castaños de la menor.

―Mi vida, mira mi pie ―estando aún agachada, alzó la pierna, asomando el pie por la cama y mostrándoselo a Summer―. ¿Ves que no tengo nada? ―inquirió y la pequeña asintió―. Era un sueño, cariño ―volvió a acariciarle el cabello para tranquilizarla.

Entre chispas (Sadie Sink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora