Capítulo 8

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Al día siguiente, Vanessa se levantó por un grito proveniente de su hijo. El pelinegro se levantó corriendo de la cama y salió de la habitación a la velocidad de la luz. Su madre no tuvo más remedio que ir tras él para averiguar qué le pasaba. Ambos bajaron las escaleras con gran velocidad y Finn abrió la puerta de la entrada para acercarse al buzón de la casa y llevarse una desilusión. 

Bajo la atenta mirada de su madre, incluso de Sadie y Millie, quienes habían bajado las escaleras alarmadas por los gritos del pelinegro, caminó hasta el salón con la mirada decaída.

―Se suponía que hoy venía mi nuevo libro ―se lamentó el pequeño adolescente.

―Eh..., cariño..., recuerda que nos hemos mudado. No nos ha dado tiempo a cambiar la dirección y el pedido estaba puesto para nuestra casa ―intentó explicarle para que su hijo no se decayera.

Millie se encontraba con la cabeza echada en el hombro de Sadie, quien se encontraba con los brazos cruzados, y observando a su pobre y nuevo hermano.

En ese momento llegó Ley a la planta baja. Sus piernas bajaban los escalones y su puño restregaba su ojo para quitar el sueño restante. Sadie se percató de los pasos de alguien y giró se cabeza para identificarla, encontrándose a la castaña con una camiseta gris oscuro y holgada, que le quedaba algo grande, y unos pantalones igual de anchos.

―Buenos días ―murmuró Ley con cansancio y se paró al lado de Sadie.

Todos la miraron, incluso Finn y Vanessa, quien giró su cabeza para mirar a sus espaldas. 

―Mejor vamos a desayunar ―aconsejó Vanessa para intentar hacer olvidar a su hijo la desilusión de encontrarse el buzón sin su encargo.

―Ayer por la noche no había nada en el frigorífico ―le comunicó Ley, siendo algo obvio ya que justo ayer llegaron a la casa y se habían escapado de su localidad sin apenas nada.

―Bueno, pues iré a comprar algo ―la pelirrosa intentó solucionarlo con una sonrisa nerviosa―. Mientras tanto vosotras os vais dando una ducha, ¿vale? O hacer lo que queráis.

―¿Pero qué ropa nos ponemos? ―cuestionó Sadie―. Yo solo me he traído una camiseta limpia de mi casa y ya huele ―hizo una mueca con la cara.

―Entonces, vámonos de compras ―planteó Vanessa sin ya saber qué hacer ante la difícil situación―. Se lo digo a Madelaine y que nos lleve en el coche para comprar comida y ropa nueva ―apuntó y se dirigió a las escaleras.

―Eh..., no está ―le indicó Ley cuando la pelirrosa ya había subido un escalón.

―¿Cómo que no está? ―cuestionó y regresó sobre sus pasos para colocarse delante de la joven, pero la castaña simplemente se encogió de hombros―. ¿A dónde ha ido?










Entre chispas (Sadie Sink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora