Capítulo 17

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La noche ya cayó y la familia cada vez estaba perdida. Necesitaban encontrar ese reloj para que Madelaine pueda conseguir el trabajo y, sobre todo, para evitar que denunciaran a Ley. Si eso pasara, quizá también perderían el hogar, ya que Camila no tolerará tener a una delincuente viviendo en su casa.

Los malos pensamiento regresaron a Sadie, puesto que ella ya se veía en la calle, expuesta al peligro. Decidió bajar a la cocina para echarse un vaso de agua y reflexionar. Vio a través de la cristalera cómo la puerta del patio se abría y a Noah entrando. Y sí, en ese pueblo todos los habitantes tenían la costumbre de entrar como si nada en la casa de los demás por la confianza entre ellos.

Sadie, con el ceño fruncido, se acercó a la puerta corredera y la abrió.

―¿Noah? ¿Qué haces aquí?

―Olivia me ha devuelto mis cosas ―le comunicó.

―¿Y de camino te has perdido o es que has buscado un atajo en mi casa? ―bromeó, provocando que Noah soltara una carcajada.

―Que va ―sonrió―. Simplemente me acerqué para ver si te apetecía seguir hablando.

―Venga, pasa ―le ofreció con otra sonrisa y se echó a un lado, permitiéndole el paso, para luego cerrar la puerta y evitar que el frío del invierno entrara.

Ambos se sentaron en la cocina y empezaron a hablar sobre sus vidas, excepto Sadie, que emitía partes de la suya. 

Ley escuchó risas en la planta baja y la voz del chico le resultaba conocida, por lo que bajó las escaleras y se encontró a Noah y Sadie con una gran sonrisa en sus caras. Suspiró y decidió ignorar ese hecho para regresar a su habitación. Ella no podía hacer nada al respecto y quería que Sadie fuera feliz, a pesar de que la persona que le hacía sonreír era ese mismo chico que tan mal le caía.

La castaña pensaba que no tenía nada que hacer en esa casa, por lo que decidió ejecutar su idea principal y empezar a preparar una mochila con ropa y cosas útiles. Ella pensaba ser un peligro para esa familia y creía que lo mejor era dejarlos en paz para que pudieran cumplir con el plan y seguir con sus vidas.

Jaeden, quien ahora compartía la habitación con Ley, se despertó y la vio. Se levantó y se acercó a ella para saber qué estaba haciendo exactamente.

―¿Qué haces?

―Jugar al Ping-pong ―bromeó Ley con mala gana―. ¿A ti qué te parece?

―¿A dónde vas?

―A donde me lleve el viento ―contestó Ley y se acercó a la cómoda para guardar las prendas en la mochila―. A cualquier sitio que sea mejor que este.

Entre chispas (Sadie Sink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora