Capítulo 4

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Vanessa, al escuchar a Millie, abrió los ojos de par en par y miró a la pelirroja, quien al parecer estaba igual de asustada y pasmada. Enseguida, la pelirrosa no dudó ni un segundo más en agarrar la mano de su hijo y querer salir de esa casa. La pelirroja hizo lo mismo con Millie y ambas adultas bajaron a la vez las escaleras del edificio del apartamento.

En cambio, nada más llegar a la puerta de la entrada, Madelaine detuvo con su voz a Vanessa, quien se giró a mirarla para saber si estaba bien. La pelirroja señaló con la barbilla algo que había a las espaldas de Vanessa. Esta última se giró de nuevo y vio a dos figuras detrás de la cristalera de la puerta. Ambas se dieron cuenta que estaban forjando la entrada y que, por tanto, eran esos hombres.

La puerta se abrió finalmente, sobresaltando a los cuatro presentes.

―¡Ni te acerques! ―gritó, enfrentándose a esas personas―. ¡Cómo toques a mi hijo verás la furia de una madre enfadada!

No obstante, se esperaban a dos hombres robustos, no a dos adolescentes.

―¿Y tú que diablos haces aquí? ―Ley le preguntó a Madelaine.

Justo en ese momento las puertas del ascensor se abrieron, apareciendo unos hombres vestidos de negro, y la pelirroja reaccionó.

―¡Salir corriendo! ―exclamó con las alertas encendidas en su interior y apretó la mano de Millie, la cual aún tenía entrelazada con la suya. Las dos mujeres adultas se acercaron con prisas a la puerta, apartando de un empujón a la confusa Ley y a la más confundida Sadie―. ¡Vamos! ―le insistió al ver que las adolescentes no se movían. Madelaine sabía sobre las habilidades de Ley y no iba a dejarla sola con esos hombres.

La pelirroja menor miró a Ley en busca de una respuesta a lo que acaba de pasar, pero esta simplemente se encogió de hombros y la agarró de la mano con el objetivo de seguir a las mujeres adultas.

El grupo no paro de correr hasta que vieron que el peligro se encontraba lejos. Ley ordenó a los demás que se pararan a gritos mientras que a la vez decía que no les seguía nadie. Después de un rato corriendo, hicieron caso a la castaña y se pararon cerca de un banco, donde Vanessa se sentó, cansada de correr.

Más de uno en ese grupo necesitaría un pulmón nuevo para sobrevivir.

―¿Y esta quién es? ―interrogó Vanessa a Madelaine sobre la castaña mayor.

―Ella conocía a Edgar. Se llama Ley o algo así ―la presentó y Ley asintió con la cabeza, aún con la respiración acelerada de tanto correr por un motivo que desconocía.

―¿Y ella? ―señaló con la barbilla a la pelirroja menor y la mayor se encogió de hombros.

―Yo soy Sadie ―dijo con nervios.

Entre chispas (Sadie Sink)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora