Royal banquet

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Rhaenyra observó una vez más su reflejo en el espejo, el hermoso vestido, color rojo y negro, resaltaba sus hombros y dejaba ver una buena porción del escote

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Rhaenyra observó una vez más su reflejo en el espejo, el hermoso vestido, color rojo y negro, resaltaba sus hombros y dejaba ver una buena porción del escote.

Ajustó las horquillas que sostenían su abundante cabellera dorada, permitiendo que unos pocos mechones quedaran sueltos sobre su cuello.

Decidió no usar más maquillaje que un toque de coral en los labios. Al final del arreglo, pensó que el resultado era muy favorecedor. La joven no quería admitirlo, pero deseaba lucir bonita para cierta persona, que según rumores se presentaría en el banquete, al que hacia bastante tiempo que no veía. No es que le interesara seducir a su tío, Daemon, ya que ella en esos momentos solo deseaba concentrarse en su pequeña hermana, pero por alguna razón, la opinión de él le preocupaba.

Rhaenyra chasqueó la lengua a modo de reprimenda personal, y salió de su habitación para buscar a su hermana menor.

La menor estaba casi lista, una sirvienta se ocupaba de acomodar en un gran moño su plateada cabellera. Aerea estaba preciosa con el vestido rojo que su tía Rhaenys había enviado a coser especialmente para ella y que había bordado con sus propias manos. En la pechera del traje, bordado con finos hilos color negro, se apreciaba el escudo de su casa.

— Luces preciosa- comentó con una enorme sonrisa.— Papá estará feliz de verte.

Mentira.

Aerea sabía que su hermana mentía, siempre parecía disgustarse al verla.

Algunas veces se preguntaba si las cosas serían diferentes si ella hubiese muerto en lugar de su hermano. ¿Su padre sería feliz?

— Vamos.

Tomó el brazo de su hermana y salieron de los aposentos con rumbo al salón de banquetes, seguidas, unos pasos atrás, por Criston Cole, el escudo juramentado personal de la princesa Rhaenyra. Quién se preguntaba porque su ama deseaba tener a su lado a una persona maldita.

 Quién se preguntaba porque su ama deseaba tener a su lado a una persona maldita

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— Todo está listo- dijo una voz proveniente de la oscuridad.

Otto Hightower sonrió, con maldad.

Necesitó doce lunas para poder concretar su plan, pero, por fin podía llevarlo acabo.

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