Say goodbye

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Sentada en el Bosque de Dioses, rodeada por algunos de sus sobrinos, se encontraba Aerea

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Sentada en el Bosque de Dioses, rodeada por algunos de sus sobrinos, se encontraba Aerea. Por lo que el Stark podía deducir, desde la distancia en la que se encontraba, que ella estaba comiendo alguna confitura mientras las gemelas acariciaban su visiblemente abultado vientre y el bufón enano les entretenía.

Cregan odiaba no poder pasar tanto tiempo a su lado, pero mientras estuviesen en la capital no podía hacer lo que deseaba sin levantar las sospechas de la reina, ya tenía suficiente con los rumores que se habían creado a causa de que alargase su estadía.

— Ella realmente se encuentran ajena a todo lo que sucede a su alrededor- dijo una voz a su espalda, llamando su atención. El Stark se dio la vuelta encontrándose cara a cara con el rey. Hizo una reverencia a modo de saludo, lo odiaba por todo lo que Aerea había tenido que vivir, pero aún seguía siendo el monarca, debía ser respetuoso con él, aún si no se lo merecía.— Me pregunto en que falle como padre para que ella sea así...

— Lo siento, su gracia, me temo que no comprendo a que se refiere...

— Ya sabes, me refiero al estado de mi segunda hija.

El Targaryen no necesito decir más, pues el pelinegro comprendió a que se refería. Por lo general una dama en su estado de gravidez, se encerraba y salía muy poco. Era algo íntimo estar en cinta y, por lo que él había escuchado durante su primer matrimonio, era de mal gusto mostrar o hablar del embarazo. Según las normas sociales, no se podía hablar del tema más allá de dar un anuncio.

Sin embargo, Aerea lucía muy orgullosa su abultado abdomen y, para horror de las septas y de otras damas, incluida la reina, constantemente se le había visto caminando por las calles de Desembarco.

— Por lo que he visto, la princesa es amada por el pueblo llano, muchos parecen aliviados al ver que su embarazo va bien...- hizo una pausa, como si buscase las palabras adecuadas para decir— su majestad, debería de estar feliz de tener a una hija tan amada por el pueblo...

— Veo que lord Stark la admira, por toda la fortaleza hablan de lo bien que vos se lleva con ella y con Aemond.

— Muchas personas en el Norte la admiran, mi difunta esposa lo hacía...  como guardián del Norte, no quería desaprovechar la oportunidad de conocer a quien durante años  ha enviado apoyo a través de los comerciantes que llegaban a Puerto Blanco, y al afortunado hombre que tuvo la fortuna de convertirse en su esposo.

Por un momento, Cregan disfrutó el verlo fruncir el ceño desconcertado, estaba claro que Viserys no sabía nada acerca del supuesto apoyó que Aerea realizaba. Pero, aquella satisfacción desapareció en cuanto comenzaron a escucharse gritos provenientes del lugar en donde se hallaba Aerea.

El miedo se apoderó del joven norteño al ver a su esposa, en el suelo, retorciéndose de dolor mientras sus sobrinos observaban aterrados, sin saber que hacer.

— Rea...- escuchó gritar asustada la mayor de las gemelas.

Tan rápido como pudo, sin importarle que el rey pudiese sospechar de su relación con Aerea, Cregan llegó al lugar en el que se encontraban los platinados.

Dragon bloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora