Good or bad news? III

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Aegon dejó escapar el aliento al sentir la boca de Alys rodeando su falo

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Aegon dejó escapar el aliento al sentir la boca de Alys rodeando su falo. Necesitaba sentir más de aquella sensación que le prometía llevarlo al paraíso y hacerlo olvidar por completo lo que había sucedido horas atrás

— Mi príncipe, por favor no se mueva, las heridas podrían volverse a abrir...- murmuró la mujer antes de volver a meter el miembro en su boca y succionarlo tentativamente, haciéndolo retorcerse en su lugar.

De repente, la puerta de su habitación se abrió de par en par, y Aerea apareció con un semblante molesto. Todo indicaba que se había enterado de la escena que causó afuera de sus aposentos.

Tambaleándose e ignorando a los sirvientes que murmuraban al verlo, se dirigió hacia los aposentos de su media hermana. Estaba seguro que aquello era una mentira, o quizá, una equivocación de los maestres. No lo creería a menos que lo escuchase de la propia boca de Aerea.

Llamó a voces y golpeó desesperadamente la puerta de la habitación, sin embargo, no hubo respuesta alguna. Apretó la mandíbula, molesto abrió la puerta, el lugar se encontraba vacío y sumido en completa oscuridad.

Ella no estaba.

— Príncipe... ¿qué hace aquí?- Se escuchó una voz femenina tras él. Se notaba vacilante y nerviosa.

— Vine a ver como se encontraba mi querida hermana, pero al parecer no se encuentra aquí...- Aegon se giró para hacerle frente, por las elegantes prendas que vestía pudo darse cuenta de que no era una sirvienta sino que se trataba de la hija de algún lord. Probablemente lo había seguido desde el salón de banquete.

— ¿Quién eres?- interrogó, tratando de sonar afable. No era la primera vez que algún lord enviaba a alguna de sus hijas para seducirlo, y aunque la joven frente a él no le interesaba pues no la encontraba de su gusto.

— La nueva dama de compañía de la princesa Aerea...- respondió ella. Aegon creyó haber visto un destello de asco en los ojos... ¿violáceos?

Quizá solo se traba de una ilusión provocada por el alcohol, pero, de alguna forma, la pelinegra le recordaba a su hermana menor, Helaena, quien prefirió escapar antes de estar con él. Todas las mujeres a su alrededor parecían despreciarlo.

No pensaba tolerarlo más.

Tomó fuertemente del brazo, de la doncella, y la jaló de manera brusca hacia él, sujetándola muy pegada a su cuerpo, con su otro brazo le rodeó la cintura; ella intentó liberarse de su agarre, pero él la sujetó con más fuerza e intentó guiarla hacia adentro de la habitación. Si Aerea había decidido aceptar a Aemond en su lecho, él tomaría a su doncella como pago por su traición.

— Príncipe...

— ¿Qué mierda estás haciendo, Aegon?- escuchó la voz furiosa de su hermano menor antes de sentir un violento agarre en su brazo que le hizo aullar de dolor.— Suéltala ahora- le ordenó con voz profunda, parecida a un gruñido.

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