Riot

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La noche se presentaba fría para calar hasta los huesos y en el ambiente se respiraba toda la humedad de la isla

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La noche se presentaba fría para calar hasta los huesos y en el ambiente se respiraba toda la humedad de la isla. En el oscuro velo nocturno, un infante caminaba con sigilo, evitando ser notado por los guardias del castillo mientras cubría su rostro con la capucha de su capa.

El crujido de una rama llamó su atención. Se giró solo para encontrar, a unos cuantos, al menor de sus sobrinos: Joffrey.

— No me sigas, regresa.- Le ordeno molesto mientras retomaba su camino, está vez, acelerando su paso.

— Le diré a mamá...- alcanzó a escucharlo decir.

Realmente no le importaba ser acusado con su hermana mayor, ¿qué podría hacerle? Nunca se interesó por él, dudaba que estaba vez fuese diferente.

No quería perder su tiempo con aquel mocoso, normalmente no le interesaría si aquel bastardo salía lastimado por seguirlo, pero, Aerea se pondría triste si algo le sucediese.

— Es gracioso, yo estoy comprometido con la idiota de Helaena mientras que a ti padre te comprometió con Aerea.- Comentó su hermano mientras llenaba su copa con vino.

Aemond frunció el ceño, y sintió que su sangre comenzaba a hervir.

— ¿Por qué debería de hacerlo?

— Ella es una princesa maldita, debería de casarse con alguien que le dé un buen estatus y eso tú no se lo puedes dar. 

— ¿Acaso tu se lo puedes dar?- cuestionó con desdén.

— Por supuesto, los sirvientes no me ignoran porque yo si tengo un dragón- repuso en tono de burla.

El solo recordar aquella conversación que mantuvo con su consanguíneo, le causaba un gran disgusto que nunca imaginó sentir en contra de Aegon; su madre se molestaría con él si se enterase que por unos instantes consideró arrancarle la lengua a su hermano, para así no volver a escuchar como lo denigraba o insinuaba algo sobre Aerea.

 Estaba cansado de ser despreciado por no tener un dragón como sus hermanos. Conseguiría enlazarse a Vhagar y ya nadie se atrevería a burlarse de él.

Bastaron unos cuantos minutos más para que encontrase al dragón. El enorme animal se encontraba durmiendo en lo que parecía ser su nido, sus escamas color bronce tenían reflejos azules verdosos con la luz de la luna, lucía tan tranquila, como si no se tratase de una bestia que fue utilizada en innumerables batallas; con las manos temblorosas, se acercó sigilosamente a la gigantesca dragona quien abrió los ojos al sentir su presencia.

 Vhagar lanzó un gruñido de advertencia, indicándole que no debía acercarse más, el pequeño príncipe era consciente de que aquella bestia no dudaría en devorarlo, pero, no podía huir.

Si huía, seguiría siendo la burla de sus hermanos.

— Dohaeras...- ordenó el infante al observar como el dragón arrugaba su alargado hocico. Si no se daba prisa, no pasaría mucho tiempo para que se convirtiera en cenizas a causa de una ráfaga de llamas.— ¡Dohaeras, Vhagar! Lykiri...

Dragon bloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora