Secrets II

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— Permíteme acompañarte de regreso

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— Permíteme acompañarte de regreso...- le pidió el joven príncipe a su esposa.

Ella esbozó una sonrisa cálida y sincera. Se acercó a él, y poniéndose en puntas de pie, depósito un ligero beso sobre la zona de su cicatriz que el parche no alcanzaba a cubrirle.

— Aún tengo cosas que hacer- respondió mientras se alejaba con dirección a la salida.

Se sentía como un gran idiota.

En ese momento quería detenerla pero, como un tonto, solo atinó a quedarse en silencio y verla marchar.

¿Qué se supone que debía decirle cuándo ni siquiera podía ordenar sus pensamientos?

¿Estaba molesta con ella por asesinar a su tío? No. Nunca fueron cercanos por lo cuál le deba igual lo que sucediese con él. 

Cuando era un niño, lo que más deseaba era estar a su lado para protegerla y seguir viendo su sonrisa, ahora, se había dado cuenta que ella no necesitaba a alguien que la defendiese sino alguien que la apoyase en sus batallas. Él deseaba ser esa persona. Había sido sincero cuando le prometió, a ella, su espada y su lealtad; incluso estaba seguro que de ser posible, sin dudarlo ni un instante, le daría todo de él si se lo pidiese.

Sin embargo, era consciente de que con simples palabras no se ganaría su confianza; aunque le molestaba el hecho de que Aerea hubiese estado actuando frente a él durante años, no la culpaba, después de todo si fuese ella, tampoco podría confiar en alguien que durante años estuvo apoyado los rumores que desprestigiaban a Rhaenyra y había jurado tomar venganza por la perdida de su ojo.

— Hoy estás distraído...- dijo su hermano menor antes de blandir su espada cerca de su rostro, trayéndolo de regreso a la realidad. Aemond apenas la pudo esquivar con un rápido movimiento.

«Lo que me faltaba, que Daeron me sermonee», pensó, molesto, el mayor de las hermanos.

— ¡Métete en tus propios asuntos!- le espetó. — Te meterás en muchos problemas si te ves envuelto en los asuntos de los demás, y, en Antigua no tendrás a madre para cuidarte...

De repente, un grito que no parecía humano, porque se escuchó tan desgarrador y lleno de desesperación alertó a ambos hermanos. El grito parecía provenir de la parte alta de la torre cercana al campo de entrenamiento.

— Enviadle la lengua a ella...

Su madre había recibido el regalo que Aerea le envió.

Aquella advertencia era una clara referencia a la amenaza de su padre de cortar la lengua a todo aquel que extendiera habladurías sobre la dudosa legitimidad de los hijos de Rhaenyra. Aemond dudaba que su madre fuese a hacer caso a esa amonestación pues incluso después de lo sucedido en Marcaderiva, 6 años atrás, ella continuaba esparciendo rumores para desprestigiar a su media hermana.

Dragon bloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora