Plans and wishes II

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— ¿Qué hacemos aquí?

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— ¿Qué hacemos aquí?

Se escuchó una voz infantil no muy lejos, Aerea observó a cuatro figuras humanas, a quienes reconoció como sus hermanos y uno de sus sobrinos, acompañados de los que parecían ser un guardia de los dragones.

— Aguarda aquí- le susurró a su dragón mientras se acercó sigilosamente a los chicos.

— Sabes que no tengo un dragón- comentó muy disgustado Aemond.

— Te hemos buscado uno.— Comento su sobrino con una gran sonrisa en su rostro.

— ¿Cómo?- cuestionó con curiosidad.

— Los dioses proveen, y te han mandado el mejor dragón que te puedas imaginar- declaró el Targaryen mayor, mirando con suma seriedad a su hermano.

Los ojos de Aemond se iluminaron, y una sonrisa brotó en su rostro.

— ¿De verdad?- Cuestionó emocionado.

Pero la ilusión del infante se rompió cuando se escuchó el ruido de un cerdo.

No pasó mucho tiempo para que su sobrino Lucerys apareciera trayendo consigo a un enorme y rosado chancho.

— ¡Contempla al terror rosado!- gritaron en unísono los tres niños.

— Cuidado cuando lo montes. El primer vuelo siempre cuesta.- Susurró entre risas su hermano.

Aemond apretó sus puños con fuerza en un intento de aguantar las ganas de llorar de pena y rabia. No les daría la satisfacción de verlo llorar por una estúpida broma.

— ¿Qué está pasando aquí?- se escuchó una voz femenina en medio de todas las risas infantiles.

Aemond maldijo su suerte, de entre todas las personas que podían aparecer en ese momento, ¿tenía que ser ella?

Prefería mil veces que un dragón lo tragase antes de que ella lo viese de esa manera.

— ¿Qué hacen con ese cerdo?- preguntó la recién llegada fingiendo no entender pues ya había visto la cruel broma que hicieron los tres chicos.

— Parece que además de ser una matasangre, también eres una matabromas, hermana.

Aerea se mordió la lengua para reprimir las palabras que estaba a punto de decir y se esforzó por mantener su actitud de falsa ingenuidad.

Aegon era más insoportable de lo que imaginaba, apenas y quedaba rastro del niño con el que solía jugar.

— Lo siento...- su voz se quiebra ligeramente, indicando que en cualquier momento rompería en llanto.— No quería molestar, pero esa era la comida para Caníbal...

—Lo siento, princesa.- Se apresuró a disculparse el guardia conmovido por la actuación de la joven.

— Tía no llores...- Gimoteo el menor de sus sobrinos presentes.

Dragon bloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora