Of wolves and dragons

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Cregan Stark se sentía nervioso e inquieto, había visto a la princesa Aerea salir acompañada por su esposo y desde entonces no la volvió a ver

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Cregan Stark se sentía nervioso e inquieto, había visto a la princesa Aerea salir acompañada por su esposo y desde entonces no la volvió a ver.

¿Y si ella ya no volvía al salón del baile? La única razón por la cual se encontraba ahí era por ella, no valía la pena continuar en aquel repugnante nido de víboras si ella no estaba.

De repente, lo invadió la sensación de que el aire del lugar se había purificado. Entonces, la vio ingresar, nuevamente, al gran salón, ataviada con un nuevo vestido y tomada de la mano de quién parecía ser el menor de sus sobrinos.

— El vestido anterior se ha manchado con vino...- la escuchó excusarse con algunas de las damas que se estaban reuniendo a su alrededor, sin embargo, no pudo concentrarse en la conversación pues su corazón le dio un vuelco al tenerla tan cerca y a la vez tan lejos.

Era más preciosa de lo que recordaba, y eso lo hacía sentir como si nuevamente tuviese diez años y la observara de lejos mientras ella hablaba con los lores del Norte.

Estaba siendo patético.

Había viajado desde muy lejos para volver a verla, pero ahora que la tenía tan cerca se estaba acordando de la misma forma que en el pasado.

¿Qué era lo que lo detenía?

— Aemond ha amado a Rea desde que éramos unos niños...

Aquellas palabras dichas por la princesa Helaena eran lo que lo hacía dudar de su decisión, pues él bien sabía de lo que era capaz un hombre cuando está enamorado.

— La princesa es hermosa... no puedo creer que el príncipe tenga una amante teniendo a alguien como ella- escuchó murmurar a algunos hombres cerca de él.

El Stark clavó su vista en ella, quién se encontraba bailando alegre, moviéndose con gracia, en compañía del menor de los Targaryen.

Si el príncipe Aemond tenía una amante, entonces, no veía porque él no podría ejercer ese papel para Aerea. Con pasos vacilantes, haciendo a un lado todas sus dudas, caminó hacia ella.

— ¿Me permitiría, mi príncipe?- le cuestionó de manera afable al menor.

Al escucharlo, el pequeño príncipe lo observó con dudas y se aferró a la mano de su tía, negándose a soltarla.

— Ve con tu madre, después jugaré contigo, lo prometo- le dijo al infante.

El pequeño Viserys asintió y se alejó de mala gana, no sin antes fulminar con la mirada al Stark quién pensó que era demasiado tierno para ser un Targaryen.

— Princesa, ¿me permite esta pieza?- interrogó él, haciendo una reverencia provocando que ella dejase escapar una carcajada mientras asentía con la cabeza.

— Será un placer, mi lord- canturreo ella como respuesta, y tomó la mano que él le ofrecía.

Los dos se sonrieron y comenzaron a danzar lentamente, dando vueltas, dando paso tras paso al ritmo de la canción. Dejándose llevar por el susurro de unos apasionados bardos y sus poseyentes letras.

Dragon bloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora