Secrets III

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Otto Hightower entró, en silencio y cubierto con una capucha, en el burdel sin prestar atención alguna a la hilera de chicas que holgazaneaban apostadas en la pared

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Otto Hightower entró, en silencio y cubierto con una capucha, en el burdel sin prestar atención alguna a la hilera de chicas que holgazaneaban apostadas en la pared. Se adentró un poco más, por medio de una puerta que lo llevó a un tramo de escalones, los cuales subió, molesto por tener que hacer tan largo recorrido, e irrumpió en otro pasillo con chicas. Ellas se reían y le enviaban besos, pero él no hizo caso alguno y se concentró en seguir su camino.

El segundo pasillo condujo a un tercero y luego, a un cuarto. A su alrededor todo eran chicas y habitaciones. El cuarto pasillo desembocó en una sala espaciosa, abarrotada de colchones y dividida por unas sábanas que colgaban del techo.

Estaba vacío.

¿Dónde se había metido ella cuando la necesitaba?

No estaba de humor para esperar a que ella regresara, pero tenía que hacerlo si deseaba que le proporcionara información. Sin más alternativas, se dejó caer sobre los cojines. A su lado vio una jarra de vino reposando en un balde con agua. La tomó y se sirvió una copa mientras esperaba.

No tuvo que hacerlo por mucho tiempo. Mysaria apareció enseguida.

— Mis chicas me han dicho que te vieron entrar, debo admitir que no esperaba verte por aquí...

— ¿Por qué?-preguntó la mano del rey. Tenía los ojos clavados en las tetas de la bailarina, que sobresalían gracias a el conjunto más exuberante de lo que parecía verosímil.

— Ya sabes, por lo que pasó con tu hijo- respondió mientras se servía, ella también, una copa de vino y se acomodó entre otro grupo de cojines, frente al hombre.— He escuchado que lo encontraron clavado en la Puerta de los Dioses.

Un músculo de la mandíbula del Hightower saltó mientras apretaba los dientes. Las palabras de la mujer solo le recordaban que el tonto que tenía por rey se había negado a cancelar el torneo, que se llevaría a cabo por el onomástico de la princesa Aerea, para poder realizar una investigación minuciosa por la muerte de su hijo.

— No podemos cancelar el torneo, muchas personas están llegando para celebrarlo...- comentó el regordete rey— además, Aerea se pondrá muy triste si se cancelara.

Menuda mierda, ¿desde cuándo le importaba tanto si la princesa se ponía triste?

— ¿Qué es lo que sabes del asunto?

— Nada- respondió la bailarina.— Al parecer sucedió durante la hora del lobo pues nadie vio absolutamente nada.

— Eso no puede ser posible- el hombre estrelló su copa contra el suelo— ¡Ningún crimen puede ser perfecto!

— Pues al parecer quien hizo esto fue muy meticuloso...

— ¿Qué hay de la princesa Aerea?

El gusano blanco soltó una estruendosa carcajada, la ira de Otto comenzaba a convertirse en desesperación. Una desesperación que lo haría convertir a cualquier persona en el culpable de la muerte de su hijo.

Dragon bloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora