Cap. 2 El deber Hightower

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Los días son monotonos en la corte. Siempre hacemos lo mismo y a veces es un poco cansino. El día de hoy ha sido algo diferente. Se suponía que tenía que Rhaenyra tenía entrenamiento con Syrax durante dos horas, acabó volando casi cinco y llego tarde a nuestro horario de estudio.

Antes de proseguir, me gustaría poneros en situación. La corte es un lugar enorme y sombrío. Las mujeres tienen un lugar muy definido y los hombres dedican sus días a hablar sobre política, impuestos y matrimonios concertados. Mi padre, Otto Hightower, es la mano del Rey. Es alguien de suma confianza en quien el Rey deposita sus preocupaciones, solicita consejo o comparte las grandes decisiones. Hace unos años que llegué a Kinglanding y en principio la idea de estar aquí no me parecía del todo agradable. Había cambiado la calma de Antigua y la sabiduria de la ciudadela por una ciudad alborotada y llena de dragones, los cuales me aterrorizaban.

Todo cambió el día que la vi aparecer en mis aposentos por primera vez. Se presento como una chica alegre, llena de luz y traviesa. Me prometió surcar el cielo de poniente en su dragón y yo, dos años mayor que ella, supe que me había enamorado a primera vista de está chica de cabello platino y ojos violetas.

Mi padre, que continua sirviendo durante estos años al Rey, me había encomendado pasar el día muy cerca de Rhaenyra ya que no sabíamos muy bien como podía sentirse tras la muerte de su madre en el parto no fructifero de su hermano. Ella, que siempre prefiere dejar la calma a un lado, eligió subirse a lomos de Syrax y volar por el Mar Angosto.

Su dragón es su felicidad y la mía, la suya propia.

Es bonito ir viendo como poco a poco Rhaenyra se va convirtiendo en una mujer. Hablo como una señora mayor, como una septa de Antigua. Lo sé. Tan solo soy dos años mayor que ella. Al principio pensaba que Rhae sería como una hermana para mi, como esa hermana menor que no tenía y que me hubiera encantado. En la corte no hay muchas más niñas de nuestra edad así que es perfecto que nos tengamos la una a la otra. Conforme las semanas y los meses fueron pasando empecé a sentir cosas extrañas que nada tienen que ver con admirar a una hermana pequeña.

Cuando Rhaenyra me hablaba con pasión de todas las cosas que haríamos cuando fuesemos mayores a mi me subían unas descargas electricas hacia la garganta que eran muy raras. El estómago se me inflaba y pareciera que tuviera cientos de bichos anidando en él. Pensé que simplemente me ponía nerviosa porque sus historias eran muy interesantes.

Un día, en palacio, recibimos la visita de un mercader del mar de Bravos. Un señor muy adinerado que había escuchado todo tipo de historias. Recuerdo oirle hablar con el Rey. Viserys le tenía mucho aprecio y le pedía que se quedara en palacio un tiempo. El señor aludia que no podía que lo sentía mucho pero que estaba enamorado, decía que en uno de sus ultimos viajes había conocido a una dama que le había robado el corazón y le había hecho sentir un millón de mariposas que danzaban desde su estomago hasta su garganta.

Ese día comprendí que yo también estaba enamorada.

Decirle algo a la princesa habría sido inapropiado. Traicionar nuestra amistad sería inapropiado. Decepcionar a mi padre sería inapropiado.

Es un poco frustrante mantener mi posición. Quizás si fuera un noble caballero de la casa Hightower podría enalzar el orgullo de padre presentandome a unas justas en batalla y llevandome el trofeo ganador. Quizás podría hacer sentir orgullosa a mi casa contrayendo matrimonio con ella. ¿Cuántas veces habré deseado armarme caballero para poder pedir su mano y formar la familia más bonita de todo poniente?

En su lugar, tan solo soy una cria destinada a satisfacer los deseos de Otto, mi padre.

¿Por qué os he dicho que hoy ha sido algo diferente? Pues bien. Pensaba que Rhaenyra ya no iba a llegar. Me encontraba bajo el arciano que hay en el jardín porque a parte de que me parece precioso, creo que es un lugar idóneo para leer o relajarse. Es el sitio en el que la princesa y yo solemos estudiar o conversar tranquilamente sobre nuestro futuro y nuestras ilusiones. Como os decía, pensaba que no iba a venir cuando de repente ha irrumpido el silencio que me rodeaba, estaba totalmente despeinada, olía a dragón y hablaba muy rápido.

Estaba emocionada.

Había podido desahogar sus emociones a lomo de Syrax, estaba fascinada mirandola, escuchandola. No me dí cuenta y mis manos se encontraban descifrando todas sus huellas faciales, tenía la piel tan suave... Y yo tenía que reprimir ese sentimiento a toda costa así que propuse continuar con la historia tal y como deberíamos. Ella tampoco se había dado cuenta, pero sus manos estaban conectadas con las mías, parecían hechas para vivir juntas eternamente. Por supuesto que a ella no le pareció bien centrarnos en estudiar y me dijo, mirándome a los ojos, que prefería quedarse a vivir en mis manos. Me dejó muda. No supe que decir. Se me cortó la respiración, mi corazón se paró y volvió a funcionar de nuevo.

Hizo una broma sobre quemar al maestre con un Dracarys de Syrax y se levantó mientras yo optaba por regañarle por la broma. Se rompió todo contacto visual por mi parte aunque sentía como ella me observaba mientras pasabamos las páginas de nuestro manual de historia.

Estuvimos aproximadamente una hora hablando sobre Maegor El Cruel y como uso a Balerion para arrarsar con pueblos de poniente y quemar a familias de las cuales su nombre ya no se usaria más en la historia. Maegor me parecía horrible, si topara con alguien tan sumamente cruel, creo que me moriría del miedo.

- No te preocupes, en pozo dragon hay dragones suficientes para defenderte con fuego de la antigua valiria.

- Espero no tener que llegar a eso, princesa. - suspiré acto seguido.

Rhaenyra me miró con dulzura.

- Deberíamos retirarnos a nuestros aposentos. - apunté mientras cerraba el libro y me levantaba para marcharme.

La tensión estaba servida. Tenía ganas de abrazarme a ella sin motivos, de seguir acariciandola. Todas esas mariposas de las que hablaba el señor de Bravoos tenían colonizado, no solo mi estómago, si no mi cuerpo.

La sangre del dragón se acercó a mi, me abrazó por la espalda y me susurró al oído: "no te marches, quédate conmigo." Una vez más, me quedé sin palabras. La piel se me erizo. El contacto de sus brazos rodeando mi cintura me quemaba... ¿Qué le pasaba hoy a Rhaenyra? ¿A caso se estaba refiriendo a unos terminos sentimentales o solo se refería a nuestra amistad?

Me tenía tan confundida.

- Vamos a cumplir con nuestras labores princesa. Te esperan en el consejo. En breve se abrirá sesión y deberas realizar tus labores como copera.

- Tú siempre tan responsable. - sentenció visiblemente molesta.

Tras eso, se separó de mi emitiendo un rugido propio de un dragón recién nacido. Rhaenyra recogió el libro y se apresuró a entrar en la fortaleza.

Yo me quede como una idiota parada de espaldas al arciano observando como su silueta se perdía entre las sombras.

Ahora, que me encuentro recostada en mi cama, me pregunto qué habría pasado si le hubiera dicho que mis manos son su reino y que están dispuestas a albergar su corazón hasta el final de sus días...

Conquistando al dragón || RHAENYRA x ALICENT ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora