Las sabanas, hechas con piel de lobo recientraidas de Invernalia, cubrian mi cuerpo. Estaba siendo una noche demasiado fría para quien no acostumbra a otra cosa que no sea el fuego. Acababa de entrar en mis aposentos después de un largo día. La noche bañaba Kinglanding y yo me sentía más sola que nunca.
¿Cómo será estar casada con Laenor? ¿Nos llevaremos bien y conseguiremos ser una "familia" feliz? Pensaba en ello como un trabajo. Hay quien tiene el deber de ser herrero, septa o septón y yo tenía el deber de ser princesa. Un trabajo para cual se me ha estado instruyendo toda la vida. El matrimonio entre muchos de mis familiares estaba entendido como una instutición que debe hacerte ganar y enriquecer tu apellido. La unión con los Velaryon solo reforzará aún más nuestros nombres y por ende nuestras riquezas. Mis hijos naceran sangre del mar y piel de fuego, podrán continuar montando dragones y serán feroces como su madre. Hace años que no veo a mi primo pero siempre fue una persona maravillosa. Mi padre me había comunicado esta tarde que los Velaryon habían emprendido camino hacia nuestro castillo y que dado que Marcaderiva no estaba demasiado lejos y que Laena y Laenor viajaban en dragon llegarían mañana mismo. Me hacía ilusión verles de nuevo. Rhaenys y Corlys, mis tios, siempre fueron ejemplo de amor para mi.
Y por otro lado... Alicent.
He estado a punto de besar a Alicent.
Sigo procesandolo. Descargé toda mi ira contra mi padre y ella estaba esperandome en mi puerta, distraída y absorta, perdida en el tiempo. Cuando llegé parecía que esperaba ese momento con ansias. Le quería decir mi deber para con el reino. Mi deber con el matrimonio porque necesitaba su aprobación. Tampoco dijo nada y no sé bien que esperaba yo.
¿Que debía de decir ella? "Oh Rhaenyra no te preocupes, todo va a estar bien, nos amaremos en silencio" o quizás debería de ponerse celosa y amarme un número en contra de mi boda. O quizas esperaba que Alicent parase la boda y me llevase junto a Syrax volando a Pentos. ¿Qué esperabas Rhaenyra?
Supongo que cualquier cosa menos el intento de un beso. Sus labios parecian sucumbir a la gravedad de los mios y... cada vez que recuerdo sus ojos deborando mi boca el fuego me consume. Alicent me encendía. Tenía una mirada inocente que hacía que mi mente vagara aunque no sé muy bien hacia dónde. Nunca había mantenido relaciones sexuales y nunca había hecho absolutamente nada. Días anteriores había leído un libro prohibido en la gran biblioteca que poseía nuestro Maestre en la corte. Un libro llamado "Los caminos del placer y otras historias" en el cual damas de alta y baja cuna contaban sus experiencias con el placer y las diferentes formas de conseguirlo.
Había leído el libro completamente a hurtadillas y muchas historias se centraban en el autoplacer pensando en esa persona que nos hace vibrar o en esa circustancia sexual que nos encantaría vivir. En ese momento me encontraba predispuesta a experimentar ese placer que se me había prometido entre las hojas de ese libro. Mi mente se imagino un final para la escena de hoy. En mi imaginación la septa no había llamado a la puerta y los labios de Alicent habían sido conquistados por los mios. Un beso suave, intenso y desmedido se había apoderado de las dos. Mis neuronas imaginaban como torpemente alcanzaba a quitarle el vestido y ella me quitaba el mio. Sentada sobre su regazo habría seguido besandola. La habría besado hasta dejarla sin aliento. Y desnuda, posada ante mi, me llevo al más absoluto de los placeres.
Tampoco conocía otro placer... pero la forma en la cual mi cuerpo se retorcía de gusto cuando pensaba en ella mientras acariciaba mis partes íntimas... es algo que quiero repetir más veces.
La mañana, despues de esa sorpresa que me regalo mi cuerpo por la noche, había empezado genial. Estaba feliz por ese descubrimiento y contenta por la llegada de mi familia. Estaba siendo ayudada por la septa a ponerme el vestido que había sido elegido para recibir a los Velaryon cuando se oyeron las alas de Bruma y Vhagar a lo lejos. Los hermanos Velaryon estaban a punto de aterrizar. Había elegido un vestido negro con escamas de dragón en los hombros y capa roja. Unas pequeñas piedras de vidriagon decoraban el cuello de la tela que estaba forjada en cuero. Me sentía guapa y poderosa. Me apresuré a salir al patio y allí, de pie y en actitud galante se encontraba mi padre, el Rey Viseris, Otto, su mano. Corlys esperando a su familia, ya que el se encontraba previamente en el castillo. Y entre muchos maestres, guardias reales y gente importante, estaba ella. Con su vestido verde Hightower, con las manos cruzadas unas sobre la otra, con semblante serio y en una actitud muy diferente a la de ayer. La miré, le sonreí y ella simplemente me miró de vuelta. ¿Qué pasaría por la cabeza de Alicent? ¿Le molestaba toda aquella parafernalia? Ella mejor que nadie sabía que para poder luchar por la paz del reino las grandes familias debían de hacer grandes sacrificios.
Vhagar puso las patas sobre tierra y rompió un par de adoquines. Era la dragona más grande de todo poniente. Una dragona imparable que había sido el terror de muchos, había sido montada originalmente por Visenya Targaryen y posteriormente por mi abuelo Baelon Targaryen. Actualmente la dragona pertenecía a Laena, mi prima. Tras Vhagar, aterrizo Bruma, cuyo primer y unico ginete había sido Laenor, mi futuro marido. Bruma era color gris plateado, muy diferente al amarillo de mi Syrax. Sonreí. Cuando ambos se bajaron de sus dragones corrí hacía ellos y me fundí en un abrazo.
- Laena, Laenor.... - Los miré con dulzura.
- Estamos muy contentos de estar contigo. - Laena habló.
- Estamos a una o dos semanas de ser marido y mujer, ¿Quién lo habría imaginado? - una sonrisa se dibujó en el rostro de Laenor.
- ¡Nadie! - chillé de alegría. - ¿Os acordaís cuando jugabamos a Dragones o Mazmorras? Ahora tenemos un dragón cada uno.
- Tenemos que salir a volar los tres juntos. - Sentenció Laena.
- Sin dudarlo. - me aventuré a tocar a Bruma mientras el dragón cerraba los ojos de placer. Syrax, sin embargo, rugía a lo lejos. Menudo celoso.
Fue cuando me giré a mirar a Syrax que mi mirada se centro en Alicent, quien se encontraba tres pasos por detras de Otto. Su mirada se desvaneció, parecía perdida y extraña. Me dedicó dos segundos a los ojos y se marchó para esta vez ser ella quien se desvanecía entre las sombras.
Mi rostro se entristeció.
- Tranquila Rhaenyra, son unos celosines, pero no te preocupes por ello, se llevarán bien. Son dragones y familia. - me tranquilizó Laenor.
Ay... Si supieras que no es esa mi preocupación.
La pequeña ceremonia transcurrió como todas las ceremonias de pre boda. Mi padre charlaba con Corlys. Rhaenys nos contaba historias de la familia Targaryen en las que la mujer siempre era una empoderada Reina y Laenor y Laena me ponían al día de todas las cosas que habían pasado en Marcaderiva todos estos años.
Mi mente pensaba en ella. ¿Dónde estará? Otto me sonreía al otro lado de la mesa.
Sentí escalofríos. Definitivamente no me gustaba nada ese Hightower.
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Conquistando al dragón || RHAENYRA x ALICENT ||
Fantasía¿Como te sentirias si solo siguieras los deseos de tu padre, si te sintieses vulnerable, manipulada y violada? Ser la sangre del dragón tampoco es fácil, pero cuando el fuego se une con la piedra pasan cosas maravillosas.