ɢᴏᴏᴅ ᴘᴀʀᴇɴᴛꜱ

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—¡Mamá, mamá! ¡Despierta! —una voz un poco chillona gritaba cerca de mi oído, al mismo tiempo que removía mi brazo izquierdo

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—¡Mamá, mamá! ¡Despierta! —una voz un poco chillona gritaba cerca de mi oído, al mismo tiempo que removía mi brazo izquierdo.

—Mjmm... —me quejé aún adormilada.

—¡Mami, despierta! —seguía insistiendo.

—Ya voy, Winter —murmuré.

Abrí mis ojos y enfoqué la vista acostumbrándome a la poca luz que entraba a la habitación.

Mi pequeña hija de seis años estaba sobre el lado vacío de la cama. Me miraba sonriente mientras esperaba que despertara del todo.

Me incorporé sonriéndole de vuelta y sobando su mejilla, era idéntica a su padre.

Winter tenía un precioso cabello azabache un tanto ondulado que le llegaba a la mitad de la espalda, sus ojos eran grandes y negros como los de su padre y, por si fuera poco, tenía la sonrisa más hermosa que alguna vez haya visto.

Era simplemente perfecta.

—Mamá, hoy vuelve papi del trabajo, ¿acaso lo has olvidado?

Era cierto, después de estar fuera durante varios meses por cuestiones de trabajo, L por fin volvería a casa.

—No, claro que no, cariño.

—Lo olvidasté —afirmó.

—No, es así —pasé un mechón de su cabello por detrás de su oreja.

—Cuando mientes la punta de tu nariz se pone un poco roja.

Me sorprendí ante aquel comentario y rápidamente giré a mi derecha, donde tomé un pequeño espejo del tocador y lo corroboré; la punta de mi nariz estaba un poco roja.

—¿Cómo-

—Lo aprendí de papi —interrumpió Winter. —Él me dice que siempre ponga atención a los pequeños detalles.

Sonreí de nuevo.

—Bueno, pequeña detective, es hora de darse un buen baño.

—¡No quiero! —se alejó de mí y se escondió tras una de las enormes cortinas blancas.

—No es una pregunta señorita —dije de forma autoritaria poniéndome de pie y acercándome a su escondite.

Al no recibir respuesta alguna, pensé en algún modo de convencerla.

Le haría cosquillas hasta que se rindiera y aceptara.

—Oh no, ¿dónde estará Winter? —fingí buscarla por todos los rincones de la habitación, ignorando el hecho de que sus piecitos se lograban ver por debajo de la cortina.

Escuché a mi pequeña soltar una risita.

—¡No puedo encontrarla! ¿Dónde se habrá metido? —exclamé pretendiendo derrota.

𝐋 𝐋𝐚𝐰𝐥𝐢𝐞𝐭 | 𝐎𝐧𝐞 𝐬𝐡𝐨𝐭𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora