123

86 21 2
                                    

     Nuestra rutina cambió, pero no los momentos que compartíamos juntos.

     Estudiabas en la mañana y cuando llegaba a casa te encontrabas enfrascado en tus libros y resúmenes. Solía masajearte el cuello a pesar de mis propios músculos adoloridos. Salíamos los fines de semana a hacer fotos después de que tuvieras alguna sesión. Y sino simplemente te acompañaba a las mismas y sonreía desde lejos mientras trabajabas. Después íbamos a comer con tus compañeros o quizá con algunos de los míos.

     Nunca fuimos muy demostrativos en público, más allá de apoyar la mano en el respaldo de la silla o en la rodilla del otro, pero cualquiera podría decir que éramos una pareja.

     Me gustaba eso.

     Con tus veintitrés años y mis veintiuno, y con un año viviendo juntos, ya éramos mucho más de lo que esperaba. Había dicho que quería pasar el resto de mi vida contigo, pero no me había imaginado cuánta felicidad podría traerme eso.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora