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     Ese año nadé muy poco de forma oficial, pues no era más que un suplente. Aún así, no dejé que eso me detuviera de entrenar lo más que podía. Estaba justo en la edad en la que podía brillar en la natación. Obviamente hay nadadores con más años que son extremadamente buenos y nunca me dejé guiar por ese tipo de cosas, pero es cierto que, seguramente, nunca tendría tanta energía o resistencia como entonces. Así que me propuse aprovecharla lo mejor que podía.

     Me dijiste que estaba sobreesforzándome. Estabas preocupado porque me pasaba toda la mañana entrenando, trabajaba en la tarde en el local de comida y hacía trabajos de fotografía varias veces al mes. Además, competía de vez en cuando en eventos individuales y acompañaba a mi nuevo equipo a todas las competencias.

     Te dije que estaba bien.

     –Si hago las cosas bien, puedo vivir de esto.

     –Disfrútalo, Marc. No te obsesiones.

     Te sonreí.

     –Disfruto obsesionándome.

     Sacudiste la cabeza con una sonrisa, pero parecías preocupado en serio.

     Sin embargo, estaba resuelto a conseguirlo.

     Las olimpiadas eran el año próximo y no iba a dejarlas escapar.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora