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     Lo lamento, no sabía cómo enfrentarme a ti.

     Tenía miedo de verte y que fueras diferente.

     Tenía miedo de que fuera mi imaginación y sí estuvieras muerto.

     Tu madre ayudó en tu proceso curativo, en cada una de las reparaciones de tus huesos, en que no perdieras la movilidad de tus extremidades, para cuando despertaras. Mi madre se mantuvo todo el tiempo siguiendo tu caso, incluso cuando la ascendieron.

     Sabía noticias de ti todo el tiempo, de tus mejorías y tus retrocesos. Pero no me animaba a verte, incluso aunque nuestras madres insistieron, incluso aunque el psicólogo me cuestionó sobre ello, incluso cuando tus amigos sí lo hicieron.

     Pero había tenido suficiente. Era hora de que regresara a ti.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora