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     El resto del año lo manejamos tan bien como pudimos. En la semana apenas hablábamos porque yo me encontraba muy ocupado. Iba a mis clases de fotografía e inglés en la mañana, y estaba preparando un nuevo examen para el último. No me recomendaron hacerlo en cuatro meses, ya que generalmente se preparaba en un año escolar, pero no me importó. Mi profesora particular y yo lo dimos todo para poder presentarlo.

     De tarde, los entrenamientos habían aumentado.

     Al regresar de las vacaciones de invierno, me presenté en las regionales y quedé en séptimo lugar. Eso significaba que estaba muy lejos de las nacionales aún. No me enojé conmigo mismo, pero sí me desilusioné un poco. Si bien no esperaba ir a las nacionales, sí tenía la esperanza de quedar más arriba en la tabla de posiciones. Al menos en el tercer lugar.

     Me dije que si quería entrar en las nacionales iba a tener que poner mucho más de mí. Es así como volqué todas las horas de mis tardes en ello. Mi entrenador parecía un poco preocupado y me dijo que estaba bien, que mi nivel era excelente y que iba a lograrlo el próximo año incluso si no entrenaba tanto.

     –No me estoy preparando para ganar las regionales –le dije una tarde en la que estaba particularmente pesado con el tema–. Me preparo para ganar las nacionales.

     Creo que lo dejé de piedra.

     Hasta entonces yo no había pensado en nada muy seriamente, pero al perder supe que quería ser realmente bueno. La natación no era mi pasión cuanco comencé -o al menos no se sentía como una-, pero era algo en lo que era bueno y sabía que podía sacar mucho provecho de ello. Aunque no fuera mi pasión al principio, al ver que mejoraba más y más, fui motivándome y descubriendo que podía hacer de esto mi vida. Disfrutaba estando debajo del agua y disfrutaba ganando. Todo estaba asegurado.

     Me dije que era afortunado al tener una habilidad natural y que era afortunado al querer y saber aprovecharla.

     Como estaba tan centrado en mi entrenamiento, apenas intercambiábamos mensajes en la noche y a veces ni siquiera hablábamos durante el día. Pero estaba bien, porque los fines de semana conducía cuatro horas hacia ti (a pesar de tus protestas porque vaya más lento en la carretera).

     Pasábamos tiempo a solas o con nuestras madres. Íbamos a comer, al árcade o te dejabas arrastrar hacia cualquier lugar de la ciudad para que te hiciera fotos. En la noche dormíamos juntos, abrazados el uno al otro, o nos contemplábamos hasta el amanecer.

     Regresar era siempre difícil, pero la semana pasaba rápido hasta que podía que volver a verte.

     Pronto no pude hacerlo todos los fines de semana. Debía tomarme en serio el proyecto de fotografía y tenía un montón de trabajo de postproducción con todas las fotos que había sacado a lo largo del año. Además, mi examen de inglés estaba pisándome los talones y me quedaba bastante por mejorar. Sin contar con que nuevas competencias surgían cada mes.

     Apenas hablábamos, pero no me preocupaba demasiado por ello. Elegí confiar en nosotros. Ya había pasado algunos años de mi vida por mi cuenta, esperando a que regresaras del coma. Ahora, todo era mucho más fácil porque, si bien no estaba contigo todo el tiempo como me hubiese gustado, te tenía. Para mí eso era más que suficiente por ahora.

     Todo el mundo parecía darse cuenta de que algo había cambiado en mi vida, porque siempre me decían que me veía bien o que parecía mucho más feliz que antes.

     Me pareció un poco cursi decir que estaba enamorado y era correspondido.

     Terminé el año un poco agotado, pero feliz de regresar a casa por un largo tiempo.

     Con mis cursos y exámenes aprobados, me adentré en el verano contigo que tanto había esperado.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora