Epílogo

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En los momentos menos pensados, las habilidades ocultas brillan en la Epifanía.

Eso descubrió Seokjin cuando intentó dibujar en las hojas blancas que le había dado Jungkook. Algo tan simple como la punta de un lápiz podía crear escenarios tan hermosos que podían afectar más de un corazón, en este caso, el suyo. Después de todo, estaba dibujando el rostro que gobernaba sus sueños desde siempre en su inconsciencia, en su falta de memoria, en su pérdida de razón y en su conciencia.

Sus dedos estaban manchados mientras frotaba las puntas de sus dedos con suavidad en las sombras del cuello, ascendiendo hasta la línea definida que una vez llenó de besos. Cambió la dirección y casi podía apretar entre sus dígitos los labios gruesos que los propios añoraban.

Su corazón latio con fuerza, perdiendo el ritmo un instante cuando se perdió en la mirada que él mismo había dibujado. Tan intensa, penetrante y ladrona de aliento que se sonrojo en la soledad y lo insultó en su mente por el control que tenía sobre él con solo una mirada en papel.

Sostuvo el lápiz y creó líneas que terminaron viéndose suaves y desordenadas en mechones rebeldes, dignos representantes de su dueño.

Entendió a Jungkook entonces cuando observó su reciente obra, encontrando de nuevo a su pintura, aquella que había repetido desde que había descubierto su talento durante los dos meses que habían transcurrido desde la muerte de su padre.

—Estoy tan loco... —Murmuro al colocarlo al lado de los otros dibujos que había hecho, la mayoría del mismo protagonista de sus suspiros, añoranzas y latidos.

Kim Seokjin estaba bien.

Al menos, la mayor parte de él.

Confinarse en una celda le había traído paz y locura, había calmado su arrepentimiento pero no su remordimiento por aquel a quien no había visto desde la noche en que las confesiones se convirtieron en balas.

Jungkook le había enviado tantas cartas que fácilmente podía pasar como cartero. En todas ellas narraba sus aventuras junto a sus nuevos amigos en Reino Unido, expresaba la alegría que despertaba sus sentidos por los colores, los paisajes y las maravillas que había visto solo por medio de su pantalla y que ahora podía presenciar en su merecida libertad.

También hablaba un montón de Taehyung.

Demasiado.

Lo que seguía después de demasiado, y más allá.

El detective cuidaba muy bien de él, tanto que era el protagonista de todas sus historias, palabras, anécdotas y acontecimientos. Estaba tan enamorado que sus palabras causaban en Jin dolor y felicidad, el primero porque le recordaban lo que una vez poseía, lo segundo porque finalmente su hermano podía ser feliz.

Yoongi le había escrito para quejarse. Obviamente tuvo que seguir al par, negándose a perder de vista su querido Jungkook, más pegado que gato a su bola de estambre. Por otro lado, Yoongi estaba bien. La soledad y el dolor se evaporaban a medida que Jimin organizaba cuanta idea se le ocurría para buscar su perdón, uno que Yoongi ya le había dado pero que Jimin no tenía porque saber. Ambos trabajaban en un hospital ubicado en Wolverhampton, vivían cerca de Jungkook y Taehyung y planeaban dentro de dos meses visitarlo siguiendo sus instrucciones.

Hoseok y Taehyung le escribieron para reportarle los detalles que él no tenía manera de saber sobre lo sucedido. Él Director de la prisión había sido cambiado, él dueño anterior había sido asesinado por los presos en un botín que habían organizado como protesta. Él hospital estaba siendo dirigido por un nuevo director, todo rastro de los Kim había desaparecido.

Y los pacientes no tuvieron más remedio que enfrentar la realidad de sus operaciones. Pero aquello ya era otra historia, una que a Seokjin no le interesaba porque él ya había cumplido con su deber.

LOVE KILLA | NAMJIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora