1. Invitados a un matrimonio mestizo

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Percy

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Percy

Estaba nervioso. Sudando. No tenía idea de lo que estaba haciendo. Me había vuelto loco de manera oficial. Pero también quería hacerlo. Era el momento. ¿Cuándo, si no?

Jason me había conseguido la caja del tamaño perfecto y Julie me había enviado todas las flores que necesitaría, las cuáles jamás se marchitarían. Rachel había venido de visita, así que se ofreció a pintar la caja con un gran título de: ¿Sí o no?

Me senté en el sofá del apartamento. Tal vez hubiera hablado solo para tranquilizarme de no ser porque todos estaban escondidos en las diferentes habitaciones.

Escuché la puerta abrirse.

—Hola, sesos de alga —me saludó Annie, se notaba que venía cansada—. Tenías razón, no debería haberme llevado la chaqueta. Dioses, que calor...

—Vaya. Yo casi no he notado nada.

—¿Al final fuiste a ver a Jason? —preguntó, cogiendo un refresco de la nevera y soltando las cosas.

—Sí. Dimos una vuelta. Vi la librería y pensé en traerte algo.

—¿Qué? Aw, no tenías que hacerlo.

Me miró a los ojos y se acercó. Se sentó a mi lado y dejó el refresco en la mesita.

—Ten. Para ti —sonreí dándole la caja envuelta—. Es de... eh... tapa dura. Ya sabes.

Ella sonrió y comenzó a abrir el paquete. Su expresión cambió al ver la caja de madera pintada como si fuera la portada de uno de esos viejos libros marrones que aparecen en las películas antiguas. Me miró con una mueca mientras leía el «título» fijamente. Eran letras grandes y un poco separadas, con una palabra en cada renglón, para que la dislexia no se la jugara.

—Bueno, ábrela —la apremié.

Ella lo hizo y miró el interior congelada. La caja estaba llena de flores de colores y en el centro había una caja de terciopelo pequeña con un delicado anillo dentro.

Ella se quedó mirándolo.

—Percy...

—No tienes que contestar ahora si no quieres, lo comprendo perfectamente —dije nervioso.

—¿Estás de broma? —exclamó, y se lanzó a mis brazos para besarme tiernamente.

—¡Vivan los novios! —chilló Jason, saliendo del baño y soltando los globos. Annie y yo reíamos mientras el 50% del Campamento Júpiter salía de las habitaciones de nuestra casa a felicitarnos.

¿Acababa de pedirle matrimonio a Annabeth Chase? Sí. ¿Su madre me mataría? Probablemente.

—¡Eres increíble, seso de alga! —me abrazó.

—Tú más —sonreí. Ella me miró y me besó en los labios—. Te quiero.

—Yo más —repitió.

El eco de las sombras || Nico di Angelo (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora