3. Guía turística del Campamento Júpiter

343 41 5
                                    

Álex

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Álex

Desperté cuando los rayos del sol se posaron en mi rostro. Me acomodé y noté a Nico di Angelo a mi lado, acurrucado entre las sábanas. Estaba temblando, como si tuviera frío.

Seguía tan atractivo como siempre, con la piel pálida y más delgado que antes. Pestañas cortas y oscuras, cabello negro y largo que caía por su rostro, nariz curva y respingona en la punta.

Abrió sus ojos oscuros de repente, soltando un jadeo.

—Ah... —suspiró—. Malditas pesadillas...

—¿Tienes pesadillas a menudo? —inquirí.

—No es nada, no te preocupes.

—No estoy preocupada —contesté fríamente—. Solo quiero que, si vas a tener espasmos nocturnos, seas tú el que caiga de la cama y que no me tires a mí.

Él me miró con el ceño fruncido, sin decir una palabra.

—Me voy a vestir.

Dije, cogí ropa y me metí al baño.

Me puse un top negro, unos pantalones de chándal grises, unos deportes y la sudadera con cremallera puesta. Me hice una coleta alta un poco suelta; los mechones ondulados podían ser incontrolables.

Salí y descubrí a los demás ya casi todos despiertos.

—¡Buenos días, Álex! —me saludó Hazel con entusiasmo.

—Hola —sonreí.

—Dame unos minutos. En cuanto esté lista iremos a desayunar y te enseño todo el campamento.

—Te espero.

Hazel no tardó demasiado en salir. Me llevó al pabellón del comedor y desayunamos juntos. Mientras me tomaba mi café, Reyna se pasó a saludar.

—Creo que tengo esquizofrenia —bromeó—. Si no lo veo, no lo creo. Alexia James.

—Hola, señora pretora —bromeé y me levanté para abrazarla—. Cuánto tiempo...

—Ya ves, necesito que me cuentes todo lo que has hecho fuera. Pero hoy estoy bastante ocupada, tal vez en la cena de esta noche. Es por la llegada del Embajador de Plutón.

—¿El Embajador de Plutón? —repetí.

Hazel sonrió misteriosa.

—Oh, ya verás, te va a encantar.

—Si tú lo dices...

—Y está soltero... —canturreó Reyna.

—Ay, no empieces con eso.

—Oh, vamos. Es muy guapo.

—Seguro —rodé los ojos.

—Es de tu edad —comentó Frank, que miró cómplice a la pretora.

El eco de las sombras || Nico di Angelo (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora