Han pasado algunos años desde que Álex se marchó a París para cumplir su sueño de toda la vida: iniciarse en la música de forma profesional. Se ha visto obligada a pasar página y olvidar a Nico. El hijo de Hades ha intentado los mismo. Necesitaba ol...
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Nico
Corrí a trote con los pulmones hechos polvo. Sentía que se me cerraban en la boca de la garganta y que el aire frenaba a la mitad de mi lengua. Realmente, no recordaba cuándo, cómo, ni por qué había accedido a esto.
Estaba corriendo a las malditas 7 de la mañana solo para acompañar a Álex y asegurarme de que iba a estar bien sola.
Iba a metro y medio por delante, y eso que me dijo que iría «despacito».
Con razón tiene ese cuerpo...
—¿Paramos? —me preguntó, frenando.
—Porfa —jadeé y me tiré al suelo.
—No sueles salir a correr muy a menudo, ¿verdad? —se sentó a mi lado.
—No, la verdad es que no —dije, aun jadeando.
—Creo que fui demasiado rápida. Tal vez debimos empezar por otra parte.
—Bueno, al menos las vistas son bonitas —miré el campamento desde la colina.
—El Campamento Júpiter es muy bonito —sonrió ella—. Pero también es muy estricto.
—Ya, por eso prefiero el Campamento Mestizo —dije, tumbándome en la hierba.
Ella y yo nos quedamos en silencio, viendo el horizonte. Se tumbó sobre la hierba y cerró los ojos.
—Ahora que me he relajado siento que podría dormir aquí mismo.
—¿No tenías mucha energía? —sonreí.
—Agh... —gimió tirada en la hierba como un cadáver.
—Supongo que no participarás en los Juegos de la Guerra.
Se irguió de repente.
—¿Es hoy?
—Ajá.
—Quiero ir.
—¿Estás segura? Los romanos pueden ser mucho más agresivos que los griegos.
—Entonces iré a entrenar.
—Te guiaré —me ofrecí.
—Sé dónde está.
—Mientras el mar no nos rodee, tu sentido de la orientación seguirá siendo tan malo como tu habilidad con el arco.
Ella me dio un manotazo en el hombro mientras yo reía.
♪༄♪
—Siete... —contaba mirándola embobado—. Nueve...
—¡El ocho! —exclamó, mientras seguía haciendo abdominales en la barra horizontal a 20 centímetros del suelo—. Céntrate.
