Han pasado algunos años desde que Álex se marchó a París para cumplir su sueño de toda la vida: iniciarse en la música de forma profesional. Se ha visto obligada a pasar página y olvidar a Nico. El hijo de Hades ha intentado los mismo. Necesitaba ol...
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Álex
El lugar era hermoso y estaba muy decorado. Cogí una copa y me reuní junto a mi hermano y su prometida. Annabeth lucía un precioso vestido gris azulado que le sentaba de maravilla. Percy vestía con una elegante túnica azul.
—Esto es impresionante —sonreí.
—Te lo vas a pasar en grande aquí —afirmó Jason.
—Estoy deseando empezar con las actividades —respondí.
—Buenas noches a todos, gracias por venir una vez más a esta bienvenida tan especial —recibió Reyna, que llevaba un bello atuendo morado—. Esta noche recibimos de manera oficial, nuevamente, al Embajador de Plutón, que residirá con nosotros todo el verano.
Toda la sala aplaudió.
—Héroes, ¡el Embajador de Plutón!
Todos aplaudieron más mientras mis ojos se fijaban en la persona que salía hacia el frente, tras Reyna.
Nico.
Oh, por Apolo. Era Nico el que iba ahí, con una túnica negra de detalles dorados dejando su pecho al descubierto. Con aquella corona afilada daleada y el cabello cayéndole por los ojos haciendo que se viera tan bien.
Y sí, claro que sigo sumamente furiosa con él, pero eso no quiere decir que le quite ese lado sexy y atractivo.
Me quedé mirándolo con la boca abierta.
—Yo sabía que te iba a gustar —Hazel pasó las manos por mis hombros.
—Te odio. Te odio. Te odio. Te odio.
—Claro, como sea.
Cerré los ojos concentrándome y cuando los abrí, Nico ya no estaba junto a Reyna y todos volvían a dispersarse. Solo caminé por la sala y cogí una copa.
Nico
En cuanto pude desaparecerme, me vi en la esquina con mi hermana y mis amigos.
—¿Qué tal he estado? —pregunté.
—Genial —Leo guiñó un ojo.
—Maravilloso, hijo de Hades —Reyna me sorprendió a mis espaldas—. ¿Bebes? —me tendió una copa.
—Gracias —respondí—. Esto... ¿Y Alexia?
—Oh, cogió una copa y se metió en el bullicio —dijo Julie.
—Alexia James, el alma de las fiestas, la última en caer ante el alcohol —aseguró Jeremy.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó Frank—. Sólo tiene 18 y...
—Pff —bufó—. ¿De verdad creísteis que ella cumplió esa absurda ley de no beber hasta los 18? ¡Qué va! A los 15 ya había bebido una cerveza entera.
