Han pasado algunos años desde que Álex se marchó a París para cumplir su sueño de toda la vida: iniciarse en la música de forma profesional. Se ha visto obligada a pasar página y olvidar a Nico. El hijo de Hades ha intentado los mismo. Necesitaba ol...
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Nico
A la mañana siguiente, todos teníamos una grandísima resaca. Percy repartió pastillas como si fuera un narco. Al rato me sentí mucho mejor, al igual que todos, por lo que salimos del apartamento para ir a buscar a las chicas al campamento.
Caminamos por la ciudad de Nueva Roma hasta el Campamento Júpiter y buscamos a las chicas por todo el campus. Al no encontrarlas, supuse que estarían en la Cohorte. Entramos tras llamar a la puerta.
Todas las chicas estaban en la cama de Mary. En cuanto nos vieron, se tiraron sobre mi novia como si pretendieran salvar a alguien de una granada explosiva.
—¿Todo... bien? —pregunté.
—Alguien clavó el codo ¡en mi maldito útero! —exclamó Mary, y todas se alejaron como si hubieran roto una copa de cristal.
—¿Estás bien? —Piper la miró horrorizada.
—¡Oh, no! —Hazel se llevó las manos a la boca.
—Se nos murió el... —fue a decir Thalia, y Annabeth se lanzó sobre ella con violencia.
—¿Quién murió? —preguntó Frank, confuso.
—Mi... gato —dijo Mary.
—No tienes gato —Percy se cruzó de brazos.
—Es que tenía un gato cuando era pequeña. ¿Tan difícil es entender las cosas?
—Ok, ok, no te pongas así —habló Jason—. ¿Qué tal la despedida? Nosotros nos lo pasamos muy bien. Jugamos, hicimos retos y eso. ¿Y vosotras?
—Pues...
—Ammm...
—A ver...
Mary se llevó la mano a la cara, hastiada.
—Aquí pasa algo —dijo Leo—. Me huele a chamusquina y yo no he sido. Seguro que han matado a alguien.
—¿Qué? ¡No! —negó mi novia.
—¿Entonces? —Jason alzó una ceja—. ¡Venga ya! Piper, dime qué está pasando.
La hija de Afrodita no contestó.
—¿Annie? —Percy miró a la rubia, pero tampoco dijo palabra.
Mary suspiró pesadamente.
—Nico —habló—, debemos hablar.
—Ok... —musité.
Ella y yo salimos y nos dirigimos a las colinas donde solíamos salir a correr. Al principio estaba nerviosa. Yo diría que incluso aterrada. ¡Rayos, estaba temblando!
Nos paramos y cogí sus manos.
—Cariño, sabes que puedes hablar conmigo de lo que necesites, estoy contigo.
