5 ¿Mejor?

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Puntualmente, a las siete treinta, una aguda alarma comenzó a sonar por todo el cuartel, los altavoces que se distribuían por todo el recito parecían vibran con aquel estridente sonido. No era más que el anuncio de que el entrenamiento estaba a punto de comenzar.

Yoohyeon se sobresaltó con los fuertes ruidos y se incorporó tan rápido que sintió un fuerte mareo. Se tomó unos segundos de pie para recuperar y comprendió que, sin notarlo, se había quedado dormida unos minutos luego de que su aterradora jefa de cabello rosa la dejara. Las pocas horas de sueño que tuvo de un día para el otro comenzaban a pasarle factura y los nervios no colaboraban con su mal estar.

Se puso de pie sacudiéndose cualquier posible mota de polvo de su uniforme y levantó la vista para ver a unos cuantos soldados que parecieron aparecer por todas partes y, imitándolos de alguna forma, comenzó a marchar hacia el enorme salón techado al que todos se dirigían.

Disminuyó el paso cuando estuvo justo en frente de las colosales puertas y su mirada pareció clavarse en las enormes banderas que colgaban inertes a cada uno de sus lados. A simple vista, podría parecer que estaba teniendo una fuerte batalla interna: por un lado, su pasado Sahara, todo el desastre en el que había estado involucrada, la culpa que sentía por ello y por otro, su nueva faceta, su cambio de bando. Yoohyeon siempre había querido redimirse, esta era la perfecta oportunidad. Tomó aire y dio un largo paso al interior, los nervios se la estaban comiendo viva y comenzaba a sentir un molesto hormigueo sobre sus hombros. Dolía.

Ahí dentro, una fina nube de polvillo gris flotaba por encima del suelo y unos pocos militares se formaban en una larga línea en medio del completo y se sorprendió un poco al notar que todas ahí eran mujeres. Tragó grueso y dio una mirada rápida a su alrededor. No eran más de veinte personas las que estaban allí, todas muy jóvenes, no parecían pasar de los veintidós años y, por un momento, Yoohyeon se sintió como una anciana decrépita. Todas se paraban con firmeza, sus mentones apuntaban al frente y sus manos estaban cruzadas a sus espaldas casi como estatuas. Era una vista bastante imponente, pensó.

La chica avanzó con el fino polvo del suelo metiéndose por su garganta y complicando su respiración. Se formó junto a una rubia que tenía cabello corto y recogido en una coleta, la chica era mucho más baja que ella y la miró muy intrigada cuando Yoohyeon intentó copiar la postura del resto.

Luego de unos cuantos minutos de silencio y el olor de la tierra que lo inundaba todo, oyó las puertas abrirse de golpe a sus espaldas. Yoohyeon tambaleó en su lugar, curiosa por voltearse, pero se forzó a mantenerse firme. Pronto, el sonido apagado de lo que ella reconoció como pisadas hundiéndose en la tierra suelta comenzó a aproximarse a la formación paso lento y pausado.

—¡Señoritas!

Una voz familiar retumbó en el hasta ahora silencioso lugar. Sonaba entusiasmada y divertida y pronto la dueña de aquella voz estuvo en frente del grupo de mujeres.

Se trataba de Lee Siyeon "comandante de tropas" recordó Yoohyeon; llevaba un uniforme mucho más cómodo que el que tenía antes. Una camiseta de tirantes negra y rasgada en varias zonas dejaban ver un enorme tatuaje impreso bajo su brazo derecho. La tinta del mismo era negra, Yoohyeon no lograba leerlo con claridad, pero creyó reconocer unos cuantos números romanos que —creía— seguramente abarcaba gran parte de su espalda donde su piel tomaba una coloración muy rojiza y algo rugosa, parecía ser una marca de nacimiento enorme o alguna clase de cicatriz. La comandante se veía agitada, transpirada e incluso con el cabello un poco alborotado.

Siyeon tenía la frente muy en alto, su andar denotaba total confianza cuando comenzó a caminar de un lado al otro de la formación de militares mientras las observaba con detenimiento y frotaba sus manos.

Rojo (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora