25 Como antes

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Minji y Dami caminaron a paso lento detrás de una enmudecida Siyeon. La noche había sido dura para ella, no tanto por la preocupación que, lógicamente, llenaba su pecho sino porque, con el pasar de las horas, su miedo fue creciendo poco a poco hasta convertirse en una ira que la desbordaba.

Bora había despertado horas atrás, su piel se veía bastante pálida por la pérdida de sangre y aún tenía fuertes dolores, seguía sedada cuando Siyeon la vio, no hubo palabras entre ellas, una sonrisa por parte de la general convaleciente fue suficiente para tranquilizar sus nervios, ojalá fuera tan sencillo calmar la rabia que sentía en ese momento.

La comandante de las Rojas se había tomado aquel ataque como algo sumamente personal, no solo porque una de sus mejores reclutas había intentado asesinar a su general sino porque la había traicionado primero a ella y, ¿qué más personal se lo podría tomar si la víctima no era otra que la mujer que consideraba su alma gemela? La presión de sus uñas había hecho pequeños cortes en la palma de sus manos, lo único que la detuvo de ir tras Miyeon fue la herida de SuA, no sabía de qué sería capaz si la encontraba.

Las tres Rojas se detuvieron en frente de las puertas dobles de la enfermería, cierto nerviosismo las rodeaba en ese momento, Siyeon volteó hacia Minji sin expresión alguna, como si quisiera que fuera ella quien diera el primer paso y ésta lo comprendió en el acto. Apoyó su mano enguantada en la puerta y empujó con falsa seguridad.

Tan pronto atravesaron la puerta, la incandescente luz blanca y aquel típico olor a medicamentos y alcohol golpeó de lleno en sus rostros, un molesto vacío se formó en el estómago de Minji cuando sus ojos se toparon con varios cubículos cubiertos por cortinas de telas esterilizadas color azul claro, no demoró en encontrar la camilla de Bora y, junto a ella, sentada de piernas cruzadas, estaba Handong. Tenía ojeras casi tan grandes como las de Siyeon, se veía nerviosa, aún alterada. Y ¿cómo no estarlo?

La médico acababa de coser la piel de su superior, de su general y, más importante aún, de su amiga. Handong todavía no se había atrevido a hablar, pero esta vez se debía a sus nervios. Ella simplemente se quedó con la idea de que Bora y todo el asunto de Miyeon estaban primero en el orden de prioridades de todas y, aunque no quería restarse importancia, sabía que, de cierta forma, tenía razón.

Minji pasó uno de sus dedos por el frío metal de la cama y levantó la mirada, lentamente, se sentía muy extraño pensar en Bora en esa situación, pero era algo que debía enfrentar y sus ojos se encontraron con ella: su piel había tomado un tono casi grisáceo y le sorprendió lo rápido que se resecaron sus labios. La delgada manguera de goma de la intravenosa colgaba suelta por encima de la cama y por un momento tuvo una visión de ella misma en el hospital luego del accidente. Temió por la forma en que fuera a tratarla, pero, para su sorpresa, le sonrió. Aunque el sonido de la radio de Dami se robó toda la atención en esa sala. Hubo un corto periodo en el que las miradas viajaron entre unas y otras antes de que la Roja contestara.

—Yubin... —dijo acercando el aparato a su cara, tragó grueso mientras oía lo que la voz de unos de los soldados le informaba del otro lado— Mantengan posición, estaré ahí en breve.

Aclaró su garganta sintiendo las miradas del resto fijas en ella, el ambiente en aquella sala se había vuelto muy tenso en apenas unos segundos. Luego habló:

—Encontraron un cuerpo —informó con tono seco.

El corazón de Minji pareció detenerse cuando la oyó, sintió un golpe helado en el medio de su pecho y, por primera vez desde que todo había pasado, sintió miedo. No podía ser ella, no había forma, pensaba.

—Iré con refuerzos, esperen noticias pronto —anunció y se apresuró a marcharse, pero la voz de Siyeon la detuvo.

—Voy contigo —anunció y salió detrás de ella.

Rojo (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora