18 Hogar

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—¿Cuándo perdimos a JiU? —preguntó Bora con tono triste desde su cómodo lugar en el hombro de Siyeon.

La cena en el departamento de las chicas se estaba llevando a cabo muchísimo más silenciosa de lo habitual. Como todas las noches, luego de regresar del cuartel, ambas se sentaron en el sofá frente al viejo televisor de tubo apagado. La suave melodía de jazz que salía de los altavoces de un anticuado tocadiscos dorado y negro envolvía el ambiente entre esas cuatro paredes mientras se llevaban rebanadas de pizza fría a la boca.

Había pasado mucho tiempo desde que se mudaron juntas y es que todo fue demasiado rápido luego que formalizaron su relación. Un pequeño y acogedor departamento con una sola habitación y un ambiente más que combinaba la cocina y living les había sido suficiente en ese entonces y seguían conformes con él incluso ahora que podrían costearse algo mucho mejor. Pero ese era su hogar y le habían tomado mucho cariño como para considerar siquiera la idea de mudarse.

—¿Perderla? —preguntó Siyeon volteando a ver a la temible general de las rojas que reposaba entre sus brazos en un pijama pastel con cuadritos de colores.

Bora no emitió palabra alguna. Estaba demasiado concentrada mirando la rebanada de pizza en sus manos. No podía hablar en ese preciso momento, un molesto nudo se había formado en su garganta y presionaba hasta su pecho. La tensión de su trabajo la estaba superando desde hacía ya bastante y el estrés se acumulaba en su cuerpo sin poder liberarse de ninguna forma. Charlar con su querida Siyeon solía aliviarla, pero tampoco quería agobiarla con todas sus preocupaciones.

La Kim Bora que llevaba ese imponente uniforme rojo era muy diferente a la frágil mujer que temía con toda su alma perder a sus amigas.

Bora no tenía a nadie más que ellas.

Unirse a la fuerza armada fue su única opción luego de cumplir la mayoría de edad, era eso o la calle. Ella no había tenido la fortuna de nacer en una familia pudiente, ni siquiera en una que realmente la quisiera. Así que, a muy corta edad, fue a parar a un hogar de acogida donde, para su suerte, fue criada con la educación necesaria y el cariño suficiente para ser una persona de bien. No se quejaba de ello, de hecho, estaba muy agradecida con esa gente, pero no podía evitar sentir un poco de envidia por no haber tenido la oportunidad de tener una familia que la amara y la protegiera como cualquier persona merece.

Las Rojas eran la familia que jamás tuvo y la sola idea de perderlas o de que alguien les hiciera daño la hería y le estrujaba fuertemente el corazón. Bora era consciente de que podía ser dura e incluso algo posesiva cuando se trataba de ellas, pero todo lo que hacía era pensando en protegerlas. No importaba cual fuera el costo, ellas eran lo primero y lo más importante en su vida, siempre haría lo que fuera necesario para que estuvieran a salvo.

Siyeon le quitó el trozo de pizza de las manos y lo dejó nuevamente en la aceitosa caja, luego se recostó nuevamente en el sofá levantando suavemente el rostro de su chica, acariciándola en el proceso.

—¿Qué sucede, Pajarito? —preguntó con tono suave y luego dejó un corto besos en sus labios. Bora le devolvió una pequeña sonrisa que alegró el corazón de Siyeon.

El último año había sido realmente difícil para ellas y ver a su alma gemela sonreír genuinamente con esas pequeñas cosas la hacían tener esperanzas en que un día todo aquello acabaría y podrían volver a ser felices juntas, incluso, —pensaba— podrían adoptar un pequeño gato que les hiciera compañía mientras miraban alguna vieja película en DVD en ese mismo sofá.

—Es que —Bora se pegó más al cuerpo de su novia— pensé que había superado aquello del accidente —llevó su mano a la mano libre de Siyeon y sus ojos la acompañaron— cuando dejó la fuerza parecía que todo volvería a ser como antes de... eso, pero —hizo una pausa intentando evitar la humedad en sus ojos, pero fue inútil— ahora hablar con ella es demasiado difícil. No entiendo a qué quiere llegar con toda esta locura.

Rojo (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora