11 Llanto

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Minji miraba entretenida desde el marco de la puerta del cuarto, una taza humeante de café en sus manos se acercaba a sus labios de vez en cuando y uno de sus pies golpeaba el suelo, inquieto. Sus ojos iban cambiando entre Handong, que pasaba sus manos por el torso de una colaborativa Yoohyeon que sostenía su camiseta a la altura del pecho dejando visible su abdomen aún vendado, y la misma Yoohyeon que intentaba sacarle charla sin lograr siquiera que la chica la mirara a la cara. Pocos minutos después Handong le indicó con un gesto que podía bajar su prenda y cubrirse de nuevo, se giró anotando algo en su libreta, arrancó la página, avanzó hacia Minji para empujar el pedazo de papel contra su pecho y salió de la habitación para después saludar con una reverencia desde la puerta de la oficina y perderse en los ascensores.

Sonreía aun con el trozo de papel en su mano, Handong se había vuelto una persona "peculiar" pero quienes de verdad la conocían sabían que la medico de las rojas era uno de los seres más dulces que alguna vez pisaron la tierra.

—Creo que tampoco le agrado a ella —dijo Yoohyeon que seguía sentada en la cama rodeando su abdomen con sus brazos.

Minji dejó la taza sobre la mesita de noche y caminó hacia la chica. Varios días habían pasado desde que la sacó de prisión y era alrededor del quinto en el que la médico la revisaba.

—No es eso —explicó, sentándose en la cama detrás de ella— ella te teme.

Ella no le mentía, Handong tenía un miedo sincero de acercarse a la chica, para ella los Sahara eran peligrosos, cada vez que tenía que tratar a Yoohyeon sus sentidos se mantenían alertas y estaba lista para desenfundar su arma en cualquier momento.

Yoohyeon lo comprendía. Bajó su cabeza y un profundo suspiro salió de sus labios, todo aquello era frustrante. Ella era perfectamente consciente de todas las atrocidades que había cometido el Sahara, sabía que de una forma u otra también tenía algo de sangre en sus manos y que lo más probable era que no mereciera ser libre ahora.

—Yo no jamás quise ser una de ellos —se justificó. Su voz sonaba casi quebrada y su mirada seguía clavada en el suelo.

Minji se mantuvo en silencio por un momento, contemplando lo rota que se veía la otra chica, ya no solo físicamente, con su cuerpo golpeado, sus ojos vacíos y sus labios rajados, sino en su interior. Conocía al dedillo la vida de la chica, sabía a qué se refería con esas palabras, ella solo había sido una presa de las circunstancias —irónico— pensó. —esa pobre chica pasó toda su vida presa— Si bien la vida de Minji tampoco había sido un campo de flores, estaba segura de que no se comparaba con lo que Yoohyeon había vivido.

—Lo sé —intentó consolarla, dudó por un momento, pero juntó valor y se acercó un poco más a ella— créeme que lo sé.

Contrario a lo que Minji podía creer, la chica no se alejó de ella, no reaccionó como un cachorro asustado —cosa que venía haciendo— sino que más bien buscó un poco más de consuelo, ella lo entendió de inmediato y comenzó a acariciar suavemente su espalda.

—Estás del lado correcto ahora, Yoohyeon —le dijo en un susurro, pero una incómoda sensación la invadía. Minji no podía ignorar lo que era evidente, sabía que estaba empezando a hacer las cosas mal, no era el trato que debía tener con aquella chica, no sabiendo de quién se trataba, pero ¿Qué podía hacer? ¿Negarle un poco de apoyo? ¿Qué la haría diferente a los Sahara si lo hiciera? Ella podía tener un pesado dilema en su cabeza, el qué debía hacer lo tenía muy claro pero lo que sentía que debía hacer lo complicaba todo. Lo intentaba, pero, aunque una parte de ella quería, no podía odiar a Yoohyeon.

La ex Sahara levantó la vista y buscó la de Minji, pero al encontrarla se le formó un nudo en la garganta tan amargo y doloroso que sus ojos se llenaron de lágrimas. Rápidamente escondió su rostro entre sus manos, intentando con todas sus fuerzas contener el llanto que hacía que su pecho doliera muchísimo, pero no quería que nadie la viese llorar. No quería verse tan débil, tan vulnerable. Horribles memorias se relacionaban con sus lágrimas y prefería aquel fuerte dolor en su pecho y en su garganta que aquellos recuerdos.

Rojo (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora