6 Replanteo

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JeongIn caminaba preocupado y con prisa de vuelta hasta la celda de Yoohyeon.

Esa ala de calabozos había estado a su cargo únicamente con la ex Sahara por más de seis meses y todo había debido a un extraño suceso. Luego de que un grupo de reos atacaran a la chica y la dejaran en el suelo prácticamente agonizando, los altos mandos de la cárcel habían optado por aislarla hasta que sanara por completo y pudiera volver a cumplir su condena con el resto de prisioneros.

Pero el tiempo pasó, la chica se recuperó y el momento de ser reintegrada había llegado. Todo el personal de la prisión tenía claro que cuando había ataques internos raramente se detenían hasta que acabaran con su objetivo, sin embargo, era algo que a prácticamente nadie le importaba. Excepto a JeongIn.

Él no creía que entregar a la chica a lo que —para sus ojos— era una muerte asegurada tarde o temprano fuera lo correcto así que cuando supo de las intenciones de los altos mandos, se esforzó convencerlos de que devolverla con el resto de reos que la habían dejado al borde de la muerte no era lo más sensato y, luego de mucha insistencia y algunas discusiones, logró que el aislamiento de Yoohyeon fuera permanente. Afortunadamente, el tener una instalación tan ridículamente grande como era esa y no demasiados criminales condenados dejaba la cárcel con muchos espacios libres y personal sin tareas asignadas.

"IN", como lo llamaba amistosamente Yoohyeon, se había tomado el tiempo de conocer a la persona real detrás de los barrotes y llegó a la conclusión de que no era el monstruo que se rumoreaba. Dada la mala fama que arrastraba Sahara, era normal que las personas creyeran que una ex miembro de aquel grupo sería automáticamente lo más cercano a un demonio sin alma que podría existir en la tierra, sin embargo, ignoraban el lado humano que escondían y es que, muchos de ellos, simplemente no tenían más opciones. Era supervivencia.

Así que cuando esa tarde recibió una llamada desde el cuartel general informándole que iban a devolver a la chica a su celda se alteró muchísimo. Un torbellino de preguntas le inundaron la mente y no pudo evitar maldecir un poco. Cuando Yoohyeon le había contado sobre la charla que había tenido con la general Bora pensó que por fin le había llegado su segunda oportunidad, pero esta no duró más que unas cuantas horas.

—IN, cálmate, por favor, me estás mareando.

La voz de la chica lo había sacado de sus pensamientos y se dio cuenta de que aparentemente había estado dando vueltas en círculos frente su celda por varios minutos. Se detuvo en seco en frente de los barrotes y miró adentro de la celda donde Yoohyeon reposaba en su catre aun con una mano tapando sus ojos y el uniforme militar todavía lleno de tierra.

—Es que no entiendo qué pasó contigo —replicó llevando la mano a la boca para morder sus uñas, estaba hecho un manojo de nervios y no lo podía disimular.

Alrededor de hora y media luego de la llamada, una enorme camioneta se había detenido en el estacionamiento de la prisión y de ella bajaron dos Rojas que arrastraron a la chica inconsciente dentro del edificio, lo ayudaron a cargarla hasta su celda, pero no dieron ninguna explicación, IN tampoco se había atrevido a preguntar.

—Lo que te dije, conocí a mis superiores y luego me dieron una paliza... —Yoohyeon suspiró adolorida —supongo que el trato terminó.

—Pero ChocoMint deb...

La radio en el cinturón del chico comenzó a emitir unos molestos ruidos interrumpiendo lo que planeaba fuera su sermón sobre defensa personal. Hizo un gesto con su mano antes de contestar, la acercó a su oreja para escuchar el mensaje y una sonrisa se dibujó en sus labios y volvió la vista hacia el final del pasillo.

—Creo que ese trato sigue en pie —dijo entusiasmado y salió corriendo hacia la oficina del pabellón.

—ChocoMint... —murmuró la prisionera mientras negaba con una pequeña sonrisa y dejó que sus ojos se cerraran lentamente.

Rojo (JiYoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora