Rojo (JiYoo)

8 Café

La noche ya había caído en la prisión. La luz de la luna iluminaba pobremente el filo de las pequeñas montañas rocosas que se asomaban en el horizonte en contraste con los enormes reflectores de las torres de control que dejaban pocos espacios sin ser invadidos por una poderosa y amarillenta luz que esperaba delatar a quien fuera que intentara burlar a los custodios y escapar de ahí.

Una brisa fresca corría cuando IN ayudó a Yoohyeon a subir al coche.

—Espero no volver a verte por aquí —le susurró con una sonrisa.

La chica estaba bastante ida por sobre exigir a su cuerpo cuando claramente lo único que necesitaba era un poco de reposo, pero estaba suficientemente consciente como para entender que el chico no quería que eso fuera una despedida y, siendo franca consigo misma, ella tampoco lo quería.

IN había sido la luz en algunos de sus días más oscuros y, en sus pensamientos más optimistas, creía que pronto podrían volver a verse, quizás bebiéndose una cerveza y riendo de los terribles chistes de ambos, solo que esta vez no habría barrotes ni esposas de por medio.

Minji se había acomodado a lado de la chica en el asiento trasero y se aseguró de que el cinturón de seguridad de ambas estuviera correctamente abrochado. Era una manía que había tomado luego del accidente.

Se echó sobre el respaldo, aun sentía su cuerpo algo cansado, maldijo mentalmente su horrible estado físico, pero dejó ir esos malos pensamientos con un largo suspiro.

Dami y Gahyeon estaban en el pabellón terminando con los últimos papeleos, solo como una mera formalidad, así que la pelirrosa tomó esos pocos minutos como un momento para relajarse. Dio una rápida mirada por la ventanilla apreciando apenas por un momento la luna que ahora se asomaba tímida detrás de unas pocas nubes que contrastaban con el azul del cielo nocturno, luego volvió la vista de nuevo dentro del coche y, de reojo, miró a la chica que descansaba a su lado.

Yoohyeon estaba recargada en el asiento, parecía que su delgado cuerpo se mantenía erguido únicamente por el cinturón de seguridad. Sus manos reposaban con suavidad sobre sus muslos y su cabeza, se inclinaba ligeramente hacia su hombro.

Minji se acomodó mejor para observarla con más detenimiento. Sabía que Yoohyeon no estaba del todo dormida y mucho menos inconsciente, pero pensaba improvisar alguna excusa tonta en caso de que atrapara viéndola con tanta atención.

Sus ojos se posaron en las callosas manos de la chica y, lentamente, siguieron su recorrido hacia su rostro. Su piel era muy pálida y lucía bastante suave a pesar de no recibir ningún cuidado más allá del agua helada. Su nariz le había parecido bonita, pequeña y un poco respingada, sus labios apenas abiertos, ahora estaban dañados y resecos, quebrados pero tenían un color rosa natural que hacía pensar a Minji en lo bonitos que debían haberse vistos estando sanos. Sus ojos, ahora cerrados, estaban rodeados por marcadas y moradas ojeras, no era extraño pensar que la joven no dormía lo suficiente o, por lo menos, no lo había hecho ese día. Algunos mechones rebeldes caían sobre sus mejillas y Minji se dejó ganar por su deseo de acomodarlos detrás de las pequeñas orejas de la otra chica.

Sintió a Yoohyeon estremecerse bajo su mano y la vio apretar sus ojos con fuerza, no fue difícil para ella intuir que la chica le tenía miedo o mínimamente esperaba que le hiciera algún tipo de daño. ¿Por cuánto habría pasado para tener esa reacción ante una simple caricia? Claramente tenía mucho más que averiguar sobre ella.

Se cuestionó un poco el cómo todo el mundo se había degenerado y personas como Yoohyeon habían terminado en las garras de terroristas como los del Sahara. Sin embargo, una voz en su cabeza le decía que no debía sentir pena por ella sino desprecio, como todo el mundo.